Quien ha tomado una sola decisión ha caído y quien ha caído duda y quien duda lucha y quien lucha encuentra y quien encuentra encuentra otro que lucha y quien vence logra y quien logra muere y quien muere así deja su letra en el paso de las nubes, en la piedra y en el jugueteo relampagueante de las sombras. Otro, captará esa letra plasmada en la escritura del mundo, la leerá si tiene ojos para ello y tomará para sí lo que así el mundo le muestra. Adquirirá así fuerzas para no tomar una sola decisión.
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¿Puede ser realmente el mundo un lugar mágico que se abre a su lectura? solo si hubiese otros mundos ¿Y para qué necesitamos de otros mundos para que este mundo fuere un lugar mágico? para que este mundo pueda constituirse en una lección posible
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El gigante es lector, y es lector porque no decide. Porque es lector y no decide no puede ser escritor. Nadie, de quienes escriben, puede saber que es escritor de lo único que merece ser leído.
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Quien lee la escritura de un mundo (sin participar de esa escritura) se vuelve del tamaño de un mundo
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¿Puede un ser del tamaño de un mundo participar de otro mundo? Eso sólo lo puede saber el lector. El lector sabe si él mismo es de la espera o si es de la proveniencia. El lector sabe si debe esperar o si debe actuar. Pero su actuar no procede de una decisión, actúa simplemente sobre la base de su lectura: aprende a enriquecer lo por él leído mientras lo lee. Es su enriquecer su proveniencia.
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El lector se halla incapacitado de preguntar “¿Por qué tanta sed?” De la sed surge la escritura del mundo, del estómago de la vida misma.