Quien refrena mediante un acto de volunta sus impulsos encuentra la fuente de la que emanan los impulsos, y eso es peligrosísimo. La fuente pura de la que emanan los impulsos no es domeñable, es una fuente viva que ni el más grandioso acto de conciencia puede transformar. Posee el carácter del fuego cuya temperatura no podemos controlar pero que podemos aprender a controlarlo con sumo cuidado.
Quien refrena debido a una falsa moral sus impulsos termina carbonizado por dicha fuente. Es el poder del fuego del Dragón. Pero, quien se acerca a dicha fuente con cuidado, refrenando sus impulsos con inteligencia y cuidado se apodera de su propia fuente y se convierte en un Dragón.
Es sumamente curioso que la palabra “Dragón” se asemeje tanto a la voz inglesa “Drag on” que significa algo similar a “tragar”, “Arrastrarse hacia”, “retrotraer”, “calar algo”. Lo mismo ocurre con el vocablo “Knight” (“caballero”) que encierra la noche en sí. En cambio el vocablo “Noche” en castellano, encierra un no saber. De ahí que la canción “Puf the magic Dragon” podamos traducirla n “Puf el retrotraerse mágico que vive en el ver”, y encontremos en esto una fórmula mágica. Todo refrenarse evoca un Puf por su costo, su costo genera un movimiento. Sin movernos, sin actividad, sin dar rienda suelta a nuestros impulsos, toda esa fuerza inmensa que intentamos satisfacer o paliar nos arrastran a algo: al encuentro con su origen o eje. Y ese eje no es más que una caldera diabólica que es más poderosa que nuestras fuerzas conscientes. Afortunados somos si una sombra nos ha tomado simpatía y se nos muestra a la luz y nos da a beber del brebaje: Nos transforma, nos da a conocer el poder de lo que hierve allá en el eje u origen de nuestros impulsos cotidianos.
Poco a poco, refrenando nuestros impulsos sin matarlos, comenzamos a sentir ese fuego en nuestros estómagos, un poco más a bajo de nuestros estómagos, quizás, y podemos acostumbrarnos a eso teniéndolo vivo por dentro y tomándole gusto. Esa fuerza se encargará entonces de nuestras transformaciones, de nuestras modulaciones, hasta que le tomemos el truco; porque, para ser capaz de aprender a manipular una fuerza mediante nuestra voluntad es preciso entregarse primeramente, conscientemente, a esa fuerza: es una acto de conocimiento mutuo.
He dicho que no es posible dominar dicha fuerza, lo que no es posible dominar es la fuerza de la fuerza, de la misma manera que no es posible dominar el calor del fuego, pero sí es posible aprender a manipularlo con cuidado.
El Dragón llega a ser capaz de exhalar un fuego gaseoso blanco por su boca. En ese fuego habita vida y habita muerte: es fusión estelar.
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