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-Estoy cansada de tus malditos reproches.
-Yo también estoy jarto de ti mujer, no me agunato más ese jueguito de las llamadas y los mensajes del péndejo ese.
-Pero tienes que fijarte en lo que dices Gustav, si yo te quisiera reprender hace rato lo hubiera echo. Con esa mano de mosas que tienes.
-!Yo no tengo mosas!
-Claro que las tienes y me las restriegas en la cara a acada tiempo.
-No dogas eso Diana......tú mas que nadie sabes que cuando alguien me tricionó fui implacable, y nunca iba a ser incoherente y realizar un acto de tal vileza con la persona que más amo.
La mujer que estalla desde hace rato en lágrimas apenas se va a la cocina y se sirve un vaso de agua helada, congela las palabras cuando pasa por la garganta.
Gustav se para en la puerta de madera de la cocina y se la traga con los ojos, la mira de la manera más patética posible por parte de sus gestos.
Ella pasa corriedno y lo quita del camino.
Él la toma del brazo y se miran por última vez.
La mujer sale corriendo por la sala y sale a la terrasa, mira antes de acerlo y se para en el borde.
Él trata de decirle las palabras que puedan solucionarlos todo.
Ella resbala y Gustav la alcanza a tomar de la mano, la pestañina de ella está corrida por el llanto, la corbata del hombre está demasiado abierta. Los dos se, mandan un beso y ella le aprieta y le muerde la mno, se suelta, se va al infinito en un instante y muere....m-u-e-r-e de la manera más rápida y menos efectiva.
Un hombre queda tirado sobre su piso rojo recién enserado. Se toma el rostro y se maldice. Mañana no podrá ser otro día, la vida nunca será igual. |
Texto agregado el 24-05-2006, y leído por 116
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