Juntos prometimos lo hasta entonces más fácil. Y nos guiamos así, por la frialdad más absoluta que pueden poseer dos amantes. Ya todo estaba decidido, sólo faltaba el encuentro.
Llegaste con tu ausencia de niño, a destruir (o aplazar dijiste tú), lo que hasta entonces había sido un sueño que subió muy rápido.
Te esperaba.
Con un puñado de pétalos blancos en la mano, y sin una gota de sonrisa que entregar.
El pacto fue sellado con rocío del más fresco. Y muy pronto se volvió contra quien promovió su existencia. (¿De qué hablas?, ¿en qué momento ocurrió?)
Las noches ya tendrán otro color. Cada algunas semanas volveré a pronunciar tu nombre, y evocar el instante preciso en que todo fue ideal.
Ideal en sueños, ideal en fantasía
pues de tanto saltar entre algodones de los más dulces, comprendí, sin antes olvidar,
que el sueño, el ideal lo perdimos en la promesa.
Me gustaría decirte que no es así, que cumplí mi parte del trato, y hoy sólo me preocupan mis asuntos.
Sabes bien que no puedo.
Todo fue ilusorio, la fantasía, el sueño, el ideal...
Lo siento, pero el sentimiento se hace acreedor de aquella batalla. No creas que fue simple, resistí, y lo negué. ¡¡Intenté actuar como juré hacerlo!!
La guerra no ha terminado en nuestro caso, aunque ya hay señales de luz blanca entre los dos.
Rompí nuestra promesa, nuestro pacto, nuestra condición.
Lo siento, pero... te quiero.
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