Tiempo hace que dejé de abordar trenes para recorrer el mundo. Y esperarlos, es fatal esperar cuando no llegan. Por eso me salí también de las vías, y tomé el sendero de al lado. El que no sigue una carretera, el que se interna en las selvas y los desiertos. Por el que hay tramos áridos en los que pasamos hambre, pero también en los que aparecen el verde y el azul.
Ya caminaba yo antes de ver la luz, pero llena de temor pues la noche mas hermosa se transforma en pesadilla cuando estás sólo y triste.
Antes quise ser pájaro, cuando rompí el cascarón. Pero hoy se que soy viajera, que las alas están en mi cabeza.
Caerme del tren me dejó malherida por eso fue que conseguí un bastón. Creí necesitarlo para caminar y lo mantuve un tiempo, mientras cerraban mis heridas. Como tantas otras cosas tuve que abandonarlo, pues empezaba a enroscarse en mi muñeca, de hecho subió hasta mi brazo, queriendo echar raíces. Lo dejé a un lado del camino, dónde alguien más podrá encontrarlo y donde ojalá, echará raíces.
Fue entonces cuando se encendió la luz. Parecía ser de día, tal fue su intensidad. Y en ese preciso instante que se alumbro la penumbra encontré mi nuevo abrigo. En realidad no es nuevo, se le ven los años encima, pero está hecho a la medida, y es tan caliente que me protegerá de los vientos más fríos. Me ocultará cuando no quiera ser vista. ¿Cómo pude emprender el viaje sin pensar en un abrigo? Todo viajero lleva una túnica similar. Ahora recuerdo, es que cuando salí no era viajera.
Cuando mis ojos se adaptaron a esa intensidad, pude ver que era una estrella, y que aún era de noche. Mas no cualquier estrella, supe enseguida que era Syrius, la más brillante de la noche. “Tu has de ser mi guía en este camino, pues brillas para mi hoy que te necesito.” De pronto vi que me encontraba en un camino, cosa que ignoraba antes de ver la luz, pues no sentí que hubiera camino bajo mis pies, tan sólo se dibujaba en mi cabeza, pensaba yo que era utopía. Sonreí, pues ya intuía yo que habría uno igual al de mis sueños. Tan solo no sabía donde buscarlo.
“Ahí tan lejos donde te encuentras, Syrius, desde tu rincón del universo me has hecho comprender tantas cosas. Son enseñanzas atrás de las palabras las que me dejas”.
Me he visto en lugares que nunca antes había siquiera contemplado. He tomado nuevo aliento, he aprendido a esperar mientras camino, nunca más permanecer pasiva.
He intentado alimentar con paciencia mis ansias de ser y llegar, y brillar. He medido el tiempo y lo he de respetar. He entendido que el camino me da fuerzas y que aún cuando no vea el sitio preciso donde termina, será un lugar cargado de energía. Mi energía.
Llevo sueños de grandeza en mi interior. Se que tendrá lugar la metamorfosis, y que habré de abandonar entonces este abrigo. Llegará el día en que deje de ser viajera, para convertirme en guía y buscar a quien no encuentre el camino que lleva en su cabeza.
Estaré a un lado de mis propios guías, brillando a su par. Gloriosos días.
Ahora comprendo lo que es el polvo que cargo en los bolsillos. No es tierra, tampoco pertenece ella. Es el aliento de Syrius, expulsado el día de su explosión tanto tiempo atrás. Que al ascender soltó el abrigo, al caer de regreso a la tierra ya no era el mismo, ya estaba cargado con polvo de estrella joven. Y desde ese día permaneció esperando a que nuevo caminante perdido lo descubriera justo después de ser iluminado.
Es en la noche cuando las estrellas iluminan los senderos que se ocultan durante el día, es siguiendo a una estrella como los viajeros llegan a su Itaca, es así como debe ser. Estrellas que sólo brillan para quienes tienen los ojos abiertos. Viajeros que reconocen a sus estrellas, y estrellas que los reconocen y protegen, inundándolos de luz.
Ahora por fin veo el camino, es el mas sinuoso pues es el más rico, el más peligroso pues es el mayor reto. Es un camino con corazón cargado de energía.
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