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SENTIMIENTOS DE ESQUINA

De día era una persona madura, intachable, que ponía en orden sus problemas de género humano. Leía el periódico mientras tomaba desayuno y carraspeaba al dar los buenos días.

Llegada la noche sus pasos se perdían por el barrio alejado de la oficina, de los bares, los cafés, y la tertulia, apurando el paso a la esquina de sus recuerdos.

Y es que hay que haber tenido dieciocho años, agitadamente vividos alguna vez, para saber lo que en verdad representa una esquina. Solo a esa edad, la geometría del corazón tiene un capitulo aparte para este vértice de dos calles. Todos hemos tenido nuestra esquina, para pararnos, para caminar, pero sobretodo para esperar a veces con un cigarrillo prematuro entre los dedos.

Guardaba especial devoción por la esquina de su antiguo barrio, ahí él y ella, cuando eran jóvenes, se miraron, se acompañaron y esas cosas, hasta que un día en esa esquina se besaron.

Llegó el día gris y triste que se oscureció más con la palabra adiós de quienes se querían y estrechándose las manos como simples amigos, se separaron en la misma esquina.

El ahora de canosa cabellera, sin saber lo que hacia se dirigió apurando el paso al lugar de sus recuerdos y es que en su imaginación encontraba a la dama parada en la acera de la esquina. Había música en la voz, oro en el corazón y un profundo misterio en el alma.

Incapaz de apelar a los juegos de artilugios de joven, fue incapaz también de negarle una travesura a su maduro corazón. El idilio imaginario nació como muchos, en un momento cualquiera de la vida. Ambos descubrieron que se seguían gustando y entonces comenzaron nuevamente a amarse.

Su devoción por la esquina fue en aumento. Nadie podía encontrar el significado de sus imaginarios encuentros.

Y volvió el día gris y triste y se oscureció aun más cuando volvió la palabra adiós. Separación con amor no riman y como en los cuentos de hada, al sonar las doce, tomo rumbo a la realidad de su vida, su casa, su familia, la formalidad de la oficina, enterrando sus aficiones de poeta en la esquina prohibida.

Hace poco su nombre apareció en el obituario. Al día siguiente mientras sus familiares recordaban lo bueno que era y sus colegas se deshacían en discursos póstumos, nadie sabía que en una esquina desolada, a la fría luz de las estrellas, el amor lo estaba esperando en vano.

Texto agregado el 24-05-2006, y leído por 89 visitantes. (0 votos)


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