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El hombre gris caminó por una calle gris. La tarde era gris y grises las sombras que proyectaban las casas. Una dama gris saludó al hombre gris, quien, haciendo un gris ademán, le sonrió, mostrando la oquedad gris de su boca. Era un gris atardecer de un abril absolutamente gris y varias palomas grises surcaron el firmamento gris para perderse en la lejanía gris. El hombre era un gris funcionario del estado que por treinta grises años había realizado una gris labor por la cual le pagaban una gris renta con la que apenas cubría sus grises necesidades. Esa tarde sin embargo, el tipo había recibido una gris noticia: sería despedido de su gris empleo porque después de un gris estudio se había determinado que era absolutamente prescindible. Por eso, el hombre gris había decidido olvidar las grises penas que le auguraban un gris destino y había decidido entrar al gris bar para beberse una gris botella de gris vino. Pero el alcohol actuó de tal forma en su gris cerebro que lo gris comenzó a tornarse rojo y su lenguaje de gris pasó a ser rojo, rojos sus adjetivos y rojos sus sustantivos, los verbos se hicieron rojos y las frases todas salieron rojas de su boca ahora roja. Sus rojos ojos se fruncieron en un gesto de rojo odio, la roja mujer que le sirvió otro vaso de rojo vino, le pareció demasiado roja para su ansiedad roja y el hombre gris se transformó en una fiera roja que arremetió contra todo dejando la cantina convertida en un desparramo de rojos. Rojos fueron desde entonces los días para el hombre rojo. Rojos los índices que le apuntaban directo a su pecho rojo, rojas las bocas que sonreían con sorna cuando aparecía luciendo su roja faz de desventurado hombre rojo. Y este hombre rojo debió abandonar aquel rojo pueblo para probar suerte en otro lugar y cierta mañana roja, cuando el sol rojo calentaba las piedras rojas, el hombre rojo marchó hacia el sur arrastrando sus pies rojos. A medida que se alejaba con su vergüenza roja arqueándole la espalda roja, el pueblo comenzaba a decolorarse lentamente para resplandecer luego con todos los colores del arco iris, ya liberados para siempre del estigma del hombre sin color. |
Texto agregado el 23-12-2003, y leído por 568
visitantes. (5 votos)
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Lectores Opinan |
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07-01-2004 |
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La historia de un hombre gris que se transforma en rojo. Creo que enfatizar tantoi el gris y el rojo, la decolora. La historia cumple y emociona por si sola. El otro aspecto, es que un punto y aparte le podría venir bien, para tomar un respiro.
un abrazo
ruben sendero |
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04-01-2004 |
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jajajaja me encantó este relato daltonico, muy bien y el final tambien, saludos nos leemos Androx |
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27-12-2003 |
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Dice Beaudelaire que el invento de Lpuis jacques daguerra había llegado para aliviar a los pintores del peso de lo real. Este trabajo al igual que el que le presta el título, no admite retoques pero si permite colorearle. Se colorea con la fuerza de las imagenes. gracias por compartirlo hache |
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23-12-2003 |
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Es un relato gris que no alcanza a convertirse en rojo. tambordehojalata |
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23-12-2003 |
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Sabes Guido, me ha gustado mucho esta historia..las sensaciones de las que habla Patri se producen una a una a lo largo de ese "daguerrotipo bicolor" ...de todos modos, no repetiría tanto el nombre de los colores...piquitos rojo-gris para vos y estrellas multicolores... gaviotapatagonica |
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