Han sido meses, tu voz no se escucha, abro la puerta adentrándome a un viaje nuestro. Estoy abrigado, los pies ya no tiritan. Tomo el ascensor y saludo amablemente al conserje que me ve pasar. Las hojas son eternas, me empapan con su sonido afinado por este otoño renovado. Los primeros pasos son de un respiro profundo y solitario, contrario al de años anteriores donde te miraba junto a mí, con un gesto, con un beso.
Ahora son solo imágenes que me acompañan, intentando retrotraer situaciones ahora inaccesible, imposibles. De pronto, veo una pareja, como nunca las admiro y las envidio. No se si les deseo lo mejor o lo peor, sólo les aconsejo en un silencio mió, muy mió, que se cuiden, que se valoren. Luego prendo mi MP3, y camino, acelerado, impulsivo, escucho tan solo mi música, ni un suspiro más. La lucha es incesante y revitalizadora. Una lágrima intenta caer, se lo impido, miro con un grado de vergüenza a una señora que me observa extrañada, luego pienso, y nuevamente me digo, ¿qué importa?, somos simplemente tú y yo, recorriendo nuestra historia en esta caminata. Estoy loco lo entiendo, me interiorizo, en lo que fuimos, y me encuentro con aquel personaje que somos tu y yo. Tú y yo formando un ser intenso, nuevo, entusiasmado y enloquecido por discusiones, abrazos, reconciliaciones, orgasmos. Mientras avanzo no subo la cabeza, cruzo la calle y levantando el dedo hago la seña para que el chofer pare. La ansiedad ya no me atemoriza. Camino entre la mezcla de olores matinales de quienes van a trabajar y el fierro helado de la micro. Una señora se levanta y me siento sin darle importancia a la gorda que va parada junto a mi. Nuevamente bajo la cabeza y ahora te imagino mientras duermes en el transcurso hacia tu universidad, no importaba nada más, sólo observarte sin que me vieras, sin restricción, admirando tu tez blanca, tus rasgos de niña francesa, de ternura muchas veces inadvertida por nuestras peleas.
Al bajar nuevamente soy atacado por una hoja que cae en mi cabeza, la guardo para colocarla con la que alguna vez me regalaste. Cada instante suma un recuerdo de nuestras vidas, de nuestras circunstancias. Cuanto cuesta una mirada tuya ahora.
A pesar de mi tristeza, de mi nostalgia, camino, ilusionado, intrigado por lo que esta sucediendo y por lo que va a pasar. No se si volverás, tal vez ya no me importa, pero que mas da, me gusta sentirte en mi melancolía, en mi nostalgia solitaria. Mientras avanzo busco encontrarte entre la multitud de las calles, te encuentro, una y mil veces, nunca me saludas, porque no te conozco, no me conoces. En los labios de aquella señora cuarentona de buen cuerpo, en la sonrisa de esa escolar tierna que me mira de manera llamativa, en la rabieta de esa niña que no quiere ir al colegio. Solamente tú, tú y tú. Mi masoquismo ya es extremo, la música me ayuda a sentir tu sombra aún más. Gracias a Dios me encuentro con mi amigo Pedro, y durante unas horas pasas a ser olvidada. No te asuste, será solo un rato. Ya nos volveremos a encontrar, por favor espérame tranquila, tú sabes que siempre estaré aquí.