La tenue luz de la luna se colaba a través de las nubes que aun goteaban con fuerza. El agua se había acumulado en la calle formando así un espejo que reflejaba mi cruel realidad, estaba solo. El frío, se había estampado en mi piel hasta hacerme tiritar. Pero a pesar de lo real que todo se sentía, sabia yo, que aquello era un sueño, como tantas veces. Mi única puerta a la realidad.
Todo era igual, la misma calle oscura que se convertía en un pasaje sin fin, la misma lluvia que golpeaba mi cuerpo de la misma forma noche tras noche.
Al llegar a una esquina, iluminada por un farol, que sabía que se iba a apagar, y así lo hizo, sentí el grito que tanto temía y me estremecí, al igual que las últimas veces, quizás mas.
A diferencia de otras noches, comencé a correr a través del pueblo desierto, esta vez creía tener un plan. Corrí y corrí, sin mirar atrás para no verlo acercarse, sentía su respiración en mi nuca, cada vez más fuerte, cada vez más punzante, más desesperante.
Al llegar al rió, vi que del otro lado se alzaba un bosque como mi única oportunidad para perderlo, y, de repente otra vez el grito, lejano pero a la vez como un susurro en el oído, de esos que producen escalofríos de muerte, me paralizo.
Sin conocer la profundidad del rió, salte con el fin de cruzarlo. Para mi suerte, no era muy profundo, pero una piedra como flecha escondida bajo la sombra de la noche, me hizo tropezar, provocándome un profundo corte. Al levantarme, escuche el grito, mas cerca esta vez, que me saco del transe del golpe para comenzar a correr de nuevo.
Con dificultad, subí el barranco llevando conmigo una herida que no paraba de sangrar y me encamine con todas mis fuerzas hacia el bosque. Cada paso se hacia mas doloroso que el anterior, y el aire, mas espeso que nunca, con dificultad entraba a mis pulmones.
Al entrar, en vano fue mi intento de buscar un refugio, el bosque había desaparecido como por arte de magia, mi mente estaba jugando conmigo. Todo se movía, desaparecía y volvía a aparecer, como si supiera que el choque era algo inevitable.
Volví a escuchar el grito, detrás de mí esta vez, y todo se apago de repente.
La locura gano de nuevo. |