Correspondencia con un presidiario


I


Todo empezó cuando yo tenia 15 años; hojeando una revista de actualidad muy conocida en ese entonces, saltó a mi vista un aviso de un hombre preso que quería contactarse por correo con alguien que quisiera intercambiar cartas con él.
Ese mismo día le escribí la primera carta, allí le contaba mis datos personales más importantes y le hacía llegar mi interés por su vida y su situación de encarcelado actual. Él me respondió al poco tiempo pero no me quiso contar, quizás el dato más importante (por qué estaba cumpliendo una condena) hasta un tiempo más tarde.
En esa primera carta me contó que su nombre era Gabriel F..De joven había formado una familia, pertenecía a la clase media y había vivido en la localidad de Wilde, al sur de la capital.
Yo, al mandarle la carta con remitente no tuve más remedio que hacerle llegar mi dirección. Sabía que era algo arriesgado dársela a alguien que podía ser muy peligroso. Pero decidí correr ese riesgo.
El cartero que traía las cartas a casa era conocido mío. Yo le pedí que las cartas de ¨ Gabriel ¨ me las entregue a mí y en caso de yo no estuviese que me las trajera en otro momento, nadie debía saber de mi intercambio con el preso.
Finalmente una vez Gabriel me contó por que había sido condenado: había matado a una persona, no quiso entrar en detalles.
Cuando ya nos habíamos mandado muchas cartas, un día reemplazaron al cartero de siempre y la carta cayo en manos de mi padre. Este se enojó mucho conmigo y me dio un sermón que nunca olvidare.


II


Después de muchos años cuando yo ya era mayor de edad, tocaron el timbre, abrí la puerta y un señor de unos treinta años, muy bien vestido, apareció frente a mí. Era Gabriel.
Un maravilloso día de primavera nos casamos y años después tuvimos cuatro hijos que ahora son mayores.