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Noche cerrada y mis ojos despiertos. Tan despiertos como la alfombra negra que ha asesinado al azul del cielo, extendiéndose sobre él. Yo prefiero irme a soñar. Escucho sonidos en la calle. El reloj marca las cinco. Las cinco, las cinco... ¿Qué cojones hago despierta? Ya me están asaltando las preguntas a la cabeza. ¿Qué quiere decir exactamente ser normal? ¿Lo soy yo, lo eres tú? Tengo ganas de esbozar una sonrisa, pero no sale...No quiere salir. Se me ha endurecido de nuevo el corazón recordando... ¡Mentira! Mi corazón sólo me mantiene vivo bombeando mi sangre. Corazón de cuatro cámaras, de circuito doble. Mi espalda está encorvada. Me duele el omóplato izquierdo. Necesito un puto cigarrillo, y una copa de vino. Es triste depender a veces de cosas que sólo te hacen daño. Es triste ser yo. Es triste beber para olvidar. Triste hacer caso a muchas personas que no se lo merecen. Es como mantener sexo mientras te brotan las lágrimas porque no quieres estar haciendo eso. No tiene sentido. Hay muchas cosas en mi vida que carecen de sentido, o me cuesta demasiado dárselo. Prefiero no mirar el reloj. Porque ya estoy viendo cómo sale el sol. Hacía tanto tiempo que no le veía salir un domingo...Tanto tiempo...Que me trae recuerdos sobre la última vez que lo vi. Y qué triste, ¡como la mayoría de las cosas que pasan los domingos! La fatiga me está matando. Si me muevo creo que aumentará. Así que prefiero no hacerlo.
La luna me abandonó anoche. No salió, no fue compañera de mis lágrimas que caen sobre mi regazo, en el suelo de la pequeña ventana. A veces agarro las rejas con fuerza. Queriendo salir. ¿Llegaría a algún sitio de ese modo? No...En cada frase mis manos se arrastran por el teclado. Mi vista está fija en cada letra que sale en la maldita pantalla. Ella siempre paga mi odio. Ya está más que acostumbrada. Pero no le duele. Ella sólo está hecha de un amasijo de sentimientos plasmados en hierro. Sólo hace lo que le ordenan. Es como nuestro cuerpo. Sólo hace lo que le manda nuestra mente. Mi mente. Se está volviendo esquizofrénica. Vaya, el tiempo que pasa mientras reacciono se hace corto, pero ya es de día. Y no he dormido. Mis hombros están tensos. Mi estómago está rugiendo. El reloj marca las nueve, de la mañana. Mis padres se han levantado. Y se van. No tienen constancia de que estoy de ojos y mente abierta. De corazón rajado. “Déjale una nota a la niña, dile que nos de un toque por favor cuando se despierte”. Y por escuchar esa simple tontería me ha asaltado una lágrima que me está arrasando el rostro. Mi mente no me deja en paz. Le he pedido que pare pero no me quiere hacer caso. Dice que este domingo no será como los demás. Estoy alelada, mareada. Y no tengo ganas de ir a comer nada. No tengo ganas de que nada me ensucie el estómago. Vaya, Fade To Black, de Metallica. Me ha saltado a la mente. Estoy recordando... ¡Cosas estúpidas! Cosas que no quise hacer, cosas que hice. Cosas que no debí hacer, cosas que he hecho. Cosas que me he arrepentido de hacer. Nunca me he arrepentido de besar algunos labios. Pero si me arrepentido de dejar que un beso me pierda. De dejar que la mente se me nublaba con la ignorancia me dejase acometer esos actos materiales, o carnales o asquerosos. El caso es que no puedo arreglarlo. Lo hecho, hecho está. No puedo volver atrás para deshacer los hechos pero sí puedo aprender de los errores. Mucho o poco, pero puedo. O demasiado. Más de lo que debería. Mi cabeza no quiere parar. Estoy pensando cosas sin sentido. Tantas personas que he dejado atrás, tantas personas que he querido y abandonado. Tantos recuerdos, lágrimas y sonrisas. Como las sonrisas que esbozas cuando te hacen reír con tonterías, sabiendo que estás triste. Sólo hacen reír un rato. Luego las olvidas. Las risas duran menos de lo que duran normalmente. Y son menos intensas y menos verdaderas. Son sonrisas, a veces, tristes.
A veces pienso que peco en tu boca. Que lloro en tus labios y sollozo en tus manos. Que cuando me abrazas no sientes nada. Que cuando te abrazo sólo siento odio y rabia. Y tú no tienes la culpa de nada. La tiene el odio. La tengo yo por odiar. La tienes tú por hablar. Por callar. Por besar. Por amar. Por errar. Por no ser totalmente feliz.
Me he enfadado con el sol. Hoy se ha ido demasiado pronto. No quiero saber nada de la luna, que tan solas me deja las noches de los domingos. Le lloré a las estrellas para que me devolvieran un beso, pero ellas no han querido. Me han dicho que mis sonrisas ya no son suficientes. El cielo se ha extendido sobre mí. Es como la manta que nos cubre en invierno y nos deja fríos los pies. Es como el flato de nuestro costado al correr. Es la sangre que está en ebullición recorriendo mis venas.
Es el odio, el amor, la templanza, la desesperanza y la fe.
Y mi cabeza no me deja en paz, no para de pensar.
De soñar.
De querer.
De odiar.
De esperanzar.
Y ahora voy a decir lo que siento.
Siento, siento y no siento nada. Todo me nubla la mente. La amistad en todas sus reglas, sus inconvenientes. El maldito amor. La carne. Los fantasmas. Los altavoces de mis muñecas que resuenan en mis ojos haciendo que lloren. Los borbotones de sangre en mi mente. El armario, que me está contando cuentos. La melancolía y la frialdad. Mi almohada, que está harta de aguantar el peso de mis penas. Mis sonrisas a veces tan falsas y odiosas. Los recuerdos, las cicatrices, el sexo y la tempestad.
El maldito delirio.
La noche cerrada sobre mis ojos negros. Mis cejas perfiladas inundando de tristeza la felicidad de mis pechos que suspiran, agitados. Piden humo nocivo. Te extrañan.
Maldita sea, la vez que me dijeron que dónde aprendí a delirar así. Una mano que me agarra la cintura, su pareja tapando mis ojos. Una boca escupiéndome cosas crueles a la cara. Mis dientes apretados, el sudor de mi frente.
¡¡Habla!!
Y mi boca empieza a susurrar. Y acaba gritando. Y mis manos agarran mis impulsos y los destruyen. Un por qué, una voz.
Por favor, que alguien agarre mi cintura y me bese. Que alguien calle mi estupidez.
Una mirada fija. Vaya, es mi mirada. Pero está mirando cómo tiemblan mis manos junto a aquel presente que me regalaste, y que quiero usar, para calmar mi ansiedad. Las frases, los recuerdos, las sonrisas. Esto ya se va quedando sin sentido.
“Me estás haciendo daño agarrándome de esa manera, suéltame.¡¡SUÉLTAME!!”
Vuelve a ser de noche. La luna no ha salido. No quiere llorar en mi regazo. No quiere susurrar que se siente orgullosa de que esta noche no me haya rendido. Ya no tengo luna que me alumbre, ni sol que me guíe. Ya no tengo lamentos, ni alegrías ni tristezas.
Ahora tengo mis pies para marcar el camino. Que nunca quede claro por dónde pasé. Es más bonito mantenerlo en la ignorancia. Y se que no me entiendes. Se que no entiendes estas palabras.
Y maldita sea, siénteme. Siente a qué huele mi piel, siéntela estremecerse, tócala, bésala, haz lo que quieras. Pero no la ensucies con mentiras. No hagas que sea cualquier puta de farola. Sonríeme. No me hagas tuya. Contradíteme, y cuéntaselo a la luna.
Es más que un hábito. Soy mas que una adicta. Estoy aquí, fuera de puerta. Se que no la abrirás, aunque tenga las llaves en mi bolsillo.
Dile al sol que me ayude a dejar el maldito delirio que me está corroyendo por dentro. Vamos, ayúdame a dejar de decir estas estupideces. Sabes que mi ánimo está pendiente de un hilo y no se como aceptar que puedo caerme.
Haz, que levante la vista y que te mire. Que te diga qué eres, por qué lo eres y para qué lo eres. Eres todo y eres nada. Eres el sol y eres la luna, la realidad y la imaginación.
Tú eres la sonrisa y la causa, el sonido de las cuerdas de una guitarra, el retumbar de mis oídos y la única persona que es capaz de acercarse a mis labios. Y me da rabia, que te marques de esa manera dentro de mí, me da rabia no poder sacarte. Pero joder, el mejor alivio es tenerte.
No tengo ganas de escribir. Quiero que veas lo que está pasando por mi mente ahora mismo.



No soy capaz de estrangular mi cuello para decir lo que siento. Llevo demasiadas palabras y aun no he sabido decir lo que realmente m está inundando la cabeza.
Es como estar sentada en un crucifijo.
Y escuchar sólo una palabra.
“Ella”.
Sin más alternativas que vivir. Y escuché...El hogar. El hogar está donde está tu corazón. Qué pena. Porque cada corazón late de una manera distinta. Dulce la mía. Agitada, precipitada y quizás triste.
Este maldito delirio.
Describiré mi vida. Describiré lo que me ha hecho llorar después de haber pasado.
Drogas, palizas, recuerdos.
Mentiras, lágrimas, recuerdos.
Sexo, hipocresía, recuerdos.
No olvidar los recuerdos.
Locuras, impaciencias, recuerdos.
Sexo, arrepentimiento, recuerdos.
Mis amigos, buenos recuerdos.
Las sonrisas, buenos recuerdos.
Tú, un buen presente.
Quiero parar esto. Hagamos un trato. Tú me dejas en paz por esta noche y yo no me rindo.
Hasta mañana, maldito delirio.

Texto agregado el 22-05-2006, y leído por 278 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
23-05-2006 desde que escribi los delirios de nadie no fui capaz de volver a delirar... se m olvidaron tantas lagrimas, tanto sexo, tanto alcohol, incluso tantos recuerdos... teniendolos cada dia y a cada instante en el presente, en ese presente que como la propia palabra indica es un regalo, un regalo q pocas veces se valorar... pq? solo otro hada podria entenderlo, tu delirio ha despertado el mio y no tngo gans de escribir ni de decir lo q siento, xo estaria luna y sol escribiendo este comentario si con ello pudiera darte las gracias por tus palabras x tu consejo en la distancia... asairi
 
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