Debo alejarme, marchar de tu abrazo y prematuro encuentro,
debo alejarme sobre un sueño, sobre esa senda que me significa
el sentirte lejos por adelantado, más allá de donde termine tu encuentro,
porque las cosas que compartimos nos acompañan, pero nunca demasiado.

Debo marchar lejos de tu playa, de la costa que me significaste
por estos días soleados, por estas noches sin luna, por esos besos robados,
como si fuese posible vivir tan enamorados, y mañana marcharé de nuevo.

Algunas de las formas en que la vida nos ayuda son incomprensibles,
duras y castigadoras si van en contra de nuestros anhelos compartidos,
y odiamos tener que aceptar que el tiempo se lo lleve todo,
y que los demás tengan la estúpida razón de su lado.

Tomamos a la izquierda esperando encontrar de frente con el amor,
giramos sobre nuestra derecha a la espera de hallar la felicidad
envuelta para regalo, y que la tarjeta lleve nuestro nombre impreso, grabado.

Hay quien dice que esto es un pequeño juego masoquista en que he de disfrutar un poco el no ser correspondido, y no corresponder ni contestar a quien me busque, pero no todo lo que se puede leer demuestra todo lo que se siente.

Debo largarme más temprano que tarde, y exhausto vagar a lo largo de una nueva vida que a fuerza de viaje, me muestre la verdad, esa verdad que evado ante mis ojos porque no quiero llorar, por ello debo marcharme, hoy que me he vuelto a enamorar.