Uno se pone a pensar a veces, sí, aunque de repente resulte difícil creerlo, en aquellas cosas de la suerte y el destino.
No es que uno sea ateo, o agnóstico, o ferviente católico creyente en Santa María de Guadalupe virgen prudentísima ora pro nobis y anexas, sino que de repente la duda entra: ¿Cómo te explicas pues, los innegables días de mala suerte que a todos nos arruinan un poquito la existencia, y que nos hacen pensar a veces en mentarle la madre al dependiente de la tienda, a tus amigos mas queridos, e incluso a tu mamá aunque se chingue tu abuela?
Ah cabrón, no es sencillo aceptarlo, donde estamos acostumbrados a pensar que cada quien controla su vida, que si uno tiene éxito es porque trabaja duro, o por que se dejaron trabajar duro, lo que sea...
Mira, no es que yo no crea en Dios, simplemente cuando pasa no puedes negar que hay algo o algún cabrón que juega con los hilos durante nuestro humilde paso por este globo terráqueo, ese alguien que decide en un rato de ocio que ese día te va a cagar la cabeza una paloma, o que al estar cogiendo feliz de la vida con esa vieja tan buena inevitablemente se te escape un pedo, ese alguien o ese algo que, independientemente de que sufras cuando te pasa, te hace disfrutar cuando ves que alguien más se caga para adentro, que es a otro pendejo a quien le sucede. No mientan, que por eso tienen rating los programas de bromas con cámaras escondidas...
Yo no creo que sea un dios, a lo mejor son dos, tres, o muchos... ¿los llamaría boca y ano como Garvos dice? Que el destino se lo hace uno mismo...
Que se lo digan al idiota que me acaba de romper la madre quesque por cachondear a su vieja, a mi madre que me corrió de la casa por irresponsable, a mi vieja que acabo de ver con otro tarado, a la caca que se me atravesó en el camino... y al imbécil que eligió este día, precisamente este día, para que me pasara todo esto.
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