Traté de no ver los ruegos en esa mirada, mientras el atardecer se quebraba dentro de sus ojos y mi vida moría imaginaria. Yo era la única elegida en comprender los sentimientos que fluctuaban bajo esas apariencias. Entonces fui paz; viento; sonrisa; oscuridad, padeciendo toda incertidumbre; refugio; horizonte; voluntad, hasta rendirme dentro de esa piel que ya era mía. Después, nuevamente sentí el aroma victorioso de la muerte entre mis garras...