Escuché una canción inesperada…
Ella trajo hacia mí
el dolor de tu silencio.
Desgrané en mi mente
la posible verdad del suspiro
y comprendí
que tu ayer,
carcelero incansable,
posee todavía las llaves
que abren las puertas del sol.
Volví a entonar las mismas letras
que sordas a mi pedido
reían asociadas a tu destino.
Héctor Hugo Lattuada.
Texto agregado el 21-05-2006, y leído por 226
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