Hoy desperte por caminos pedregosos, no es tristeza ni amargura, no es desolación ni enemistad. Quizás vientos de sinceridad amanecierón en mi. Fijé mi mirada en tan sólo hechos, situaciones que me hacen pensar y un espejo de mi propia juventud me hacen entristecer. Soy yo y son los demás, no sé si siempre fue así, tan sólo actores de gran categoría he visto pasar.
Parece fácil nuestra relación, pues muy bien la cosechamos, ya que muy bien la fingimos, estando muchas veces de acuerdo en lo que decimos, pero muchas veces en desacuerdo en lo que pensamos. Como nos queremos estando juntos, como nos menospreciamos estando lejos. Bueno sería decir que esto es mentira, que todos participamos en esta sociedad con entendimiento natural.
Es así como miro a mi alrededor y observo, y sin necesidad quizas reflexiono y pienso, todas sus sonrisas, sus saludos, incluso escucho sus conversaciones y con una gota de masoquismo finjo estar feliz en aquel momento. Radiantes unos, otros cuentan sus historias, cínicamente otros escuchan ; esa es nuestra amistad, la amistad de mi propia juventud, sumergida en un antro de hipocresía, donde esta amistad es cada vez más desechable, la cuál termina en el momento en que el amigo ya no sirve para nuestra cínica apariencia.
Amargura, pueden descifrar algunos en lo escrito, pero en ningun caso alguien me reconocería por tal caracteríztica, al contrario, muchos de los que me conocen deben pensar que la felicidad abunda en mí, ¿y por qué negarlo, si es así?. No es cuestión de mal agradecimiento, es sólo una pequeña y humilde reflexión, establecida subjetivamente quizas, por quien ahora escribe.
¿Cuántos son realmente nuestros amigos?. Simplemente conocidos; la gran mayoria, tal vez unos pocos, amigos; pero aún menos, grandes hermanos.
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