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A la una y cuarto en punto pisó el umbral de la puerta. De pronto por el pasillo corrió una voz que provenía de la boca abierta del segundo salón. Lo llamaban a rendir. Entró. Con mirada inquietante midió al tribunal y a los demás examinados. En su interior los nervios le jugaban una mala pasada.
La hoja del examen contenía preguntas inquietantes. El resto del papel padecía de amnesia temporal. Tenía la mente en blanco. Se relajó con un suspiro que intentaba ser de alivio. Los minutos lastimaban sus ojos cuando miraba el reloj.
A la hora exacta entregó el examen. Estaba tranquilo, como la tarde, abrazado a una ilusión esperando un resultado.
La portera entró. Traía una bandeja con blancos pocillos y café. La depositó sobre la mesa; sirvió una taza a cada docente y se retiró.
La mirada de la profesora sobrevoló por encima de los anteojos, divisando la silueta blanca que esperaba en el banco. Extendió el brazo y la cruel mano le jugó una mala pasada cuando tomó el recipiente. El movimiento en falso hizo planear unas gotas de negro presagio. Con un grito que sonó a desperdicio, vio como el líquido y la hoja del examen, se besaban en la indiferente tabla del pupitre.
Otro derroche verbal acompañó a la mano, al intentar corregir la falta. El rostro de la docente cambió cuando la sumatoria de aciertos le anunciaba que el resultado separaba al éxito del fracaso, en tal sólo fracciones de centésimos de punto.
La rabia coqueteaba en su rostro. Revisó nuevamente, palmo a palmo el examen y observó cómo la mancha de café escondía celosamente un veredicto.
Los minutos pasaban y la duda se instaló dentro y fuera del aula.
Un rayo de sol atenuó la palabra y el brillo de una decisión quedó colgado en el ambiente…
¿Qué hacer?.. Nunca había pasado algo así.
La directora, preocupada, entró al salón. Explicó que la reglamentación era clara, que no daba lugar a dudas.
Un insulto terminó con el problema mientras la bronca danzaba en su rostro.
La tarde se dormía entre un tropiezo que, al día siguiente, entraba en el recuerdo sin memoria y se hacía pasado.



Héctor Hugo Lattuada.

Texto agregado el 21-05-2006, y leído por 423 visitantes. (0 votos)


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