…Aquel niño hecho grande ya despertó. Su rostro dulce que juró serle eterno ya no está. Nunca más apareció. Se perdió en esa ciudad gigante de lágrimas cansadas y frío inquebrantable… Sólo en ese momento, entonces, pudo darse cuenta cuán solo estaba en ese mundo lunático en el que nunca sería feliz…
Nunca nadie se dio cuenta…

Cierto día, la muerte lo encontró llorando, sentado en la misma esquina donde lo vio por primera vez corriendo tras sus sueños; y, sin palabra, ni piedad alguna, se lo llevó a su paseo infinito…

-“lo siento, padre,
yo nunca quise herirte,
tan sólo quería salvarme…

lo siento, madre,
yo nunca quise lastimarte,
sólo necesitaba descansar…

lo siento, amor,
yo no quise dejarte sola…”-