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Inicio / Cuenteros Locales / Sewoldt / La historia del hermano de un amigo y de cómo perdió a su primo

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Las ciudades sin terminales de buses son, de día, sólo siluetas pegadas a los cerros; de
noche, una que otra luz sin nombre que recuerda a la ciudad con terminal más cercana.
El letrero al lado del paradero es de interés sólo literario. Nadie ha podido asociar su
mensaje: “Lenga”, con la bruma amarillenta que se ve entre los cerros desde el anochecer.
Quienes no hayan considerado a Lenga como el nombre del paradero en la carretera, habrán
pensado en el texto del letrero como un nombre sin sustantivo.
Si no fuera por el Pipe, yo tampoco sabría de Lenga. Ya lo he visitado un par de veces, y
siempre pienso en volver. Nunca he comprendido por qué el pueblo de más arriba se llama
Lenga Bajo, mientras que el de abajo, el de la playa afrodisíaca, se llama Lenga Alto. Las
últimas dos semanas no había dejado de pensar en Lenga, y ahora estoy aquí.
El sol no coopera mucho ni con mi memoria, ni con la caña. Estoy muerto de sed y mojado
entero, sin poder aprovechar el agua en mi polera, que sólo servirá para oxidar aún más el
paradero naranja. Hace calor y me pica la nariz. Me pasa siempre que tengo alergia, una
culpa o un resfrío. De la tarde me acuerdo mejor. Aquí mismo fue donde me bajé del bus y
busqué al Pipe, que a pesar de ser mi primo, es bastante agradable.
Como cumpleaños, la fiesta dejaba mucho que desear. No tenía nada parecido al último
cumpleaños que había pasado con el Pipe. Tampoco era malo eso, las gorritos y serpentinas
se le verían mal con tantos años encima, y la corona de cumpleañero debe haber sido hace
años descartada de sus planes fiesteros. Estaba lleno de gente, y el Pipe era la única persona
conocida, o que al menos en algún momento conocí mejor. Del resto no me preocupé
mucho. Fui presentado a mucha gente, pero no pude quedarme con el nombre de nadie. Los
amigos y pechas del Pipe se parecían bastante entre ellos, y yo no soy bueno recordando
nombres. Además, ninguno tenía parecido con algún amigo mío, así que me fue imposible
identificarlos. Por comodidad decidí recordar tres Rubenes y dos Camilas, únicos
personajes con nombres repetidos, por tanto, cinco personas y apenas dos palabras que
memorizar.
El sol estaba fuerte cuando llegué, pero no tanto como hoy. En la casa de la Xime hizo
calor en la tarde y más aún en la noche. A ella la recuerdo sólo porque es la polola de mi
primo, y su casa era la sede del carrete....
Cuando salí del baño, ya no quedaba rastro de Camilas, los Rubenes se mezclaron con el
resto de la gente y perdieron su nombre. Esfuerzo perdido. De mi primo no sabía tampoco,
no lo veía desde hace... no sabía dónde estaba mi primo. Entonces me sentí solo. Me
pareció que en Lenga la gente empieza a morir y nadie se preocupa de ello. Crucé el patio,
pasé bajo la escalera y me acerqué al último grupo de gente que se veía viva.
No ha pasado ningún bus desde que estoy despierto. El camino de tierra amarillenta que
lleva desde aquí a Lenga, se ve demasiado largo para caminarlo ahora. Apenas me acuerdo
de cuando lo crucé plomizo, con el sol saliendo a mis espaldas. El mismo sol que me acaba
de despertar perfectamente desde arriba, colándose por el panel ausente en el techo del
paradero naranja.
El Pipe es bastante desagradable, demasiado para ser mi primo. No lo veía hace rato, ya me
había aburrido y me sentía solo. Tampoco quedaba copete para animarse, así que me paré,
crucé el patio, pasé bajo la escalera y me acerqué a la mesa del living, donde se veía gente
instalada divirtiéndose. Eran cinco personas. Gente sin nombre, pero en conjunto parecían
amigables, y en esas circunstancias aquello representa compañía y alcohol. Me uní a los
cinco y empecé a vivir sus historias.
Me estoy arrepintiendo de haber venido. Lo mucho que me reí no compensa el calor que
hay, ni la caña que estoy pasando. Ni siquiera sé por qué estoy aquí. Voy a tomar el primer
bus que pase, y esperar por si me lleva.
La cojera de la mesa se hacía más evidente con los licores derramados sobre ella. Descubrí
la entretención del grupito cuando el tipo alto, que estaba sentado a mi lado, empezó a
llamar a la Xime, quien yacía borracha en un sillón. –¡Oye Xime, gime po!- La Xime, más
ebria que nosotros, se levantaba y gemía, se reía sin parar hasta que le faltaba el aire y se
volvía a acostar. Nosotros, al parecer más sobrios, la seguíamos molestando y nos reíamos
de ella, mirábamos al tipo alto y éste volvía a gritar, la Xime volvía a gemir, y así nos
pasamos mucho rato viendo la diferencia entre los curados extremos que se prestan para la
risa ajena, y los curados concientes que nos reímos de los primeros. El tipo alto se sentía un
héroe. La talla ya venía siendo recurrente desde varios carretes atrás, como me enteré
después. Él disfrutaba su momento de gloria, pero yo ya estaba cansado y quería dormir,
me paré de la mesa y me fui de ahí.
Hay varias cosas de las que no me acuerdo, pero este sol infernal parece ser algo nuevo. El
Pipe me había dicho que hacía calor en verano, pero nunca imaginé cuanto. Hubo un rato
en que no sabía donde estaba el Pipe. Me aburrí de buscarlo, tampoco quedaba copete para
animarse. Así que me paré, crucé el patio, pasé bajo la escalera y me acerqué a la mesa del
living, donde estuve un rato molestando a la polola del Pipe, la Xime. Cuando me dio sueño
me paré y me tiré en el sillón al lado de ella, pretendiendo dormir ahí. A pesar del mucho
sueño que tenía, no pude quedarme dormido. De lejos se escuchaban los tipos de la mesa
gritar y reír. Al lado mío la Xime se movía, se levantaba, gemía y no paraba de carcajear.
Yo era el único que no estaba feliz, quería dormir y así no podía. Por suerte la Xime era
dueña de casa y tenía su pieza para irse cuando quisiera. Cuando se percató de esto, dejó el
sillón y se tiró en su cama. Yo la seguí y cerré la puerta. Afuera se quedó el ruido, el olor a
cigarro y la alfombra empapada que croaba al pasar. Adentro estábamos la Xime, su gato
blanco y yo, que les tengo terror y alergia a los gatos, aunque esta vez no me importó.
Hace calor, tengo sed y me está volviendo el sueño. Anoche me dormí demasiado tarde. No
me arrepiento, pues me reí bastante y puedo volver durmiendo en el bus. En algún
momento deben haber cesado los gemidos de la Xime, o quizás me dormí antes de eso.
Hace mucho calor ahora, aunque recuerdo que cuando comenzó el día no era así. Me tomó
un rato saber donde estaba. Por suerte para mí el gato blanco había desaparecido. A un lado
de la cama había un estante lleno de peluches y fotos empolvadas; en las paredes, unos
posters de grupos pésimos, y colgando de un clavo, un adorno de madera barnizado que
decía Felipe.
Tenía los ojos todavía legañosos, pero pude ver a la Xime aún durmiendo al lado mío. Sentí
el aire cargado de cigarro y reconocí mi celular en el suelo. Ahora recuerdo bien una
Camila mirando desde la puerta entreabierta, los pelos de gato blanco en todas partes, una
botella de pisco derramada, y el ruido de mi primo bajando las escaleras.

Texto agregado el 20-05-2006, y leído por 139 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-06-2006 Muy bueno tu estilo. Te lleva de frase en frase hasta el final, y cuando llegas te das cuenta de que te gustaría que faltasen un par de capítulos más. Felicidades. jau
 
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