Hace algunos días me quedé sin crédito en mi celuloso, venía de Naucalpan de Juárez de haber ido a trabajar y a güilson quería tarjeta enemigo, pues dan crédito extra. Pues a’i ven que cuando iba a cruzar Revolución vi un señor enfundado en el discreto overol amarillo neurosis que llevan los vendedores de tarjetas enemigo. No te me muevas, jijo, pues bien, el interfecto se movió dentro, hasta dentro, del tráfico. Había rojo en el semáforo y estaba como a 20 metros de mí…
Quienes me conocen saben que voy por la vida corriendo, especialmente a la hora de cruzar las calles. En Territorio Mostrenco los conductores nos avientan sus trocas para que nos quitemos de su camino. Por eso todos allá cruzamos la avenida Hidalgo, Obregón y la carretera Tampico-Mante corriendo. Pues bien, yo así cruzo Xola, Revolución, Patriotismo, Insurgentes, etcétera. Y así fui tras el señor vendedor de tarjetas enemigo. Cuando llegué adonde se había metido ese señor lo encontré como cinco carros de mí. Estaba chacoteando de lejos con un dulcero. Pues a’i voy, corriendo, como siempre. Estando a un carro del señor escuché al dulcero gritar:
-¡Aguas aguas aguas!
Y el vendedor de tarjetas enemigo se volteó hacia mí, con un gesto en la cara muy expresivo: “¡No me mate, patroncito!”. Luego le alcé un billete enrollado para que lo tomara y el pobre señor creyó que le iba a disparar con él. Ya cuando notó que quería una tarjeta enemigo me dio una, nos dimos mutuamente la espalda y todavía alcancé a escuchar este reclamo que le hizo al dulcero:
-¡Pa qué me asustas?
Y mejor aún, alcancé a oír la respuesta del dulcero:
-Es que la mera verdad yo también me asusté… |