Mensaje de un muerto
Fue el día más gélido de aquel invierno, peor que el invierno anterior y a los que recuerdo de infancia.
El frío era tan grande que penetraba con facilidad la carne y ponía rígidos los huesos.
La señora López toco a mi puerta, con una desesperación tan evidente en el sonido que producía su puño contra la madera que tuve que dejar mis tostadas y mi café enfriándose en la cocina para no hacerle mas largo el martirio a la pobre vieja.
Yo era el único médico de aquel desolado pueblo perdido en los canales de la patagonia.
Parinay se encontraba a unos ciento diez kilómetros al sur de Punta Arenas lo que dificultaba mucho la comunicación con la civilización, por lo que un carguero atracaba en el puerto dos veces al mes para abastecer a la población, que era en ese tiempo de unos cinco mil habitantes.
Le abrí la puerta rápidamente y la hice pasar de inmediato pues no quería que se colase el aire. La senté junto a la chimenea que varios años atrás yo había construido con mis propias manos y le pregunte que era lo que sucedía.
Ella entre sollozos y con dificultad para respirar me pronuncio lentamente; mi marido despertó esta mañana con una fiebre altísima y con dolores en el pecho, hace media hora perdió el conocimiento y vine corriendo hacia aquí.
De inmediato pensé en un ataque cardiaco, pero tenía que ir a verlo para asegurarme.
Le dije a doña Mercedes que me llevara de inmediato a su casa, pues si era lo que pensaba era un caso de vida o muerte.
Después de un viaje duro, largo, y penoso llegamos a las faldas de un pequeño cerro, donde había una casita hecha de adobe y paja, que tenía una pequeña puerta de madera. A esos lugares no se podía acceder con un caballo y mucho menos llevar una carreta.
Ingresamos al interior de la cabaña donde se respiraba un aire sofocante. Entramos a la única pieza, a demás de la que había a la entrada de la casa, tenía una sola cama de una plaza y media por lo que me imaginaba que los dos esposos dormían bastante incómodos.
Me acerque lentamente a la cama y comprobé lo esperado, había muerto, acababa de morir. Como lo comprobé posteriormente, había sido un ataque al corazón, pero como dice la señora López, si lo síntomas fueron notorios esta mañana, ¿Cómo pudo haber fallecido de una forma tan inmediata?, ¿habrá sido un problema que llevaba tiempo, o una enfermedad desconocida y fulminante?
Me preparaba para hacer el certificado de defunción, cuando el difunto se sentó en la cama por un instante, y yo se que lo hico aunque fue solo por un segundo; y con los ojos fuera de orbita y la cara pálida y rasgada pronunció con una voz que no se puede describir, un sonido tan horrible, tan desagradable que mi mente no desea recordarlo.
¡Que muerte tan dolorosa!, y el cadáver se desplomo como una gran muralla y quedo ahí tal como antes de ese horrible suceso.
La señora Mercedes quedo tan pálida como su esposo y por un instante pensé que ella también había muerto, la ayude a recuperar el aliento aunque yo no estaba menos impresionado que ella; por un minuto nos quedamos inmóviles, como por miedo que a cualquier movimiento ocurriera algo terrible, pero todo siguió igual de normal que antes.
Aún cuando tengo tiempo de pensar o en las noches cuando intento dormir, me pregunto si fue solo un sueño, y queridos lectores, no saben cuanto desearía que eso fuese, pero Dios sabe que no fue mi mente y que no podía esconder la verdad mintiéndome y ocultándome los hechos.
Fin
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