Sola espero en la estación de tren. Sentada con nada mas que una mochila con pocas cosas en las piernas.
Es tarde, el tren no llegó a tiempo. Parece que volví a perderlo.
Sopla el viento y arrastra hojas secas, hojas que se desprendieron de esta vida para integrarse a un ciclo que no son capaces de entender. Morir y nacer. Así como todas las palabras que nadie escucha, y atraviesan el espacio eternamente, así espero yo a algo que tal vez nunca ha de llegar.
Traigo un cuaderno y una pluma en mi mochila, y el boleto para abordar mi tren.
¿Por qué se demora tanto en otras estaciones, si yo estoy aquí por él?
¿O tal vez cambió de rumbo y nadie me ha venido a avisar?
Me levanto de la silla y camino por las vías, tal vez lo alcanze a ver a lo lejos. Recorro el horizonte con la mirada : campos, montañas y el cielo tan azul.
Pero aún no viene, nada aún.

Siento ahora el viento soplarme en la cara. Esta cara que ha cambiado, no es más la misma de ayer. Este rostro de ojos tristes que dicen más de lo que quisieras saber, de voz reservada, pero siempre franca, y de alma soñadora que crea mundos y los plasma para nunca poderlos olvidar.

Camino un tramo y luego regreso pues ya no espero sólo al tren, sino a la noche. Esta noche que me trae estrellas y luz de luna llena. Esa noche que hará mi espera soportable y que mientras tanto plasmo un instante en mi cuaderno...

... y así será una espera que tarde o temprano iluminará mi existencia...