ADÁN SIN PARAÍSO
Y cuando despertó ya no estaba solo en la faz de la tierra. Ya no era el único ser erguido. Allí, a lo lejos, estaban aquellas criaturas evasivas. Se levantó y descubrió que tenía voz. Pero era una voz sin educar, enronquecida, gutural. Se alejó.
El agua le descubrió por primera vez su imagen. La contempló, la admiró quiso tocarla, hacerla suya, pero se escurrió en las manos. Una bruma roja, pensamiento inaprensible, vital, instintivo. Abrió la boca y habló. Habló por primera vez y una bruma roja salió de su pensamiento. Voz enronquecida, roja, gutural. Sintió entonces el poder de su voz, de la bruma. Y habló, vomitó palabras inaudibles, vomitó ronquidos estertóreos hasta que lentamente comenzó al dominar su voz, su propia voz, instrumento, arma, música. Y entonces habló y de su boca salieron notas graves, bajas y aprendió el mensaje rojo de la bruma.
Y entonces comenzó a acechar.
Las criaturas evasivas a lo lejos huyen. Ven con redonda pupila al macho que se esconde. Redonda luna nocturna que ve, mira, observa, acecha. Se arrastra por las cuevas, la vegetación cómplice lo esconde.
Duerme. Duerme y sueña con sueños rojos de bruma, rojo de sangre, sangre que corre, túneles, tirantez insoportable del ser. Respiros, bramidos, gritos. Vértigo incontenible, huracán rojo de bruma que envuelve los sueños, placer de los sentidos.
Despierta, la noche duerme y las criaturas evasivas a lo lejos huyen. Siente en el aire el olor rojo de la bruma. Se arrastra urgente olfateando el aire. La bruma roja lo esconde, lo eleva, lo guía, lo lleva. Le abre los ojos, lo guía a través de la oscuridad, de la niebla roja. La luna nocturna ve, mira , observa, acecha. Pálida luz que ilumina la bruma y las criaturas a lo lejos huyen.
La ve. Habla y su voz sale enronquecida, repite la cadencia grave del embrujo de la bruma roja. La criatura oye, pero no ve, oye la cadencia brumosa de la voz roja del macho. Oye pero no ve, oye pero siente, la piel se vuelve arena, los pies se vuelven piedras, no ve pero siente la bruma de la voz que la envuelve, manos que llegan y convierten la piel en oído. Voz que llega de cerca y marea. Oye, pero no ve. Y las criaturas huyen a lo lejos mientras la nocturna acecha, cazadora de bruma blanca, en silencio ve, pero no oye.
Voz bestial, se pega al cuerpo de la criatura, olfatea, busca, encuentra. Sangre de bruma que brota. Aúlla, grita, se agita, busca dentro del cuerpo de la criatura la bruma roja de sus sueños con furia con ansia y dolor.
La criatura llora, el macho se agita vertiginosamente en un mar de sangre, sangre líquida luna desconocida que sale de su propio cuerpo y estalla en remolinos de placer. Ha encontrado su paraíso.
Y las criaturas a los lejos ven, pero no escuchan y no huyen y no corren y se acercan. Acechan.
Voz enronquecida del macho que las llama, pero la luna ve y no escucha con su bruma blanca. Y las criaturas acechan y ven y no oyen.
El macho duerme y las criaturas llenas de blanca luna llenan la noche de gritos y aullidos. Y las mujeres regresan con sus manos llenas de roja bruma a su propio paraíso.
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