Clara: te escribo epístolas cada vez que me llevo un susto, ya ves que contigo soy como un niñito asustado, pero me ocurre contigo que mientras te cuento el susto aparecen las respuestas que el susto quiere que ocurran en mí. Esas respuestas que el susto quiere que surjan en mí surgen claramente ante tu presencia. Si me hago más respuestas acabaré dándome cuenta de que el único susto que vale considerarlo como tal es realmente tú. Ese es uno de los misterios más gratos de mi vida: que aquello que debería ser la mayor causa de mis miedos es, en verdad, el único lugar seguro que poseo. Fuera de tu protección y del miedo tranquilizador que me inspiras todo es nimiedad.
Sin la locura estoy muerto.
Y la locura son sucesos que ocurren en los vacíos de la razón, son ocurrencias en lo inexplicable. Y cuando eso sucede estamos entonces hablando de un susto ¿Qué desea el susto? Lo que el susto desea es que lo que ocurra mediante su poder sea anexado a la razón, es decir: el hacer utilizable lo inexplicable; no en hacer explicable lo inexplicable, sino hacerlo utilizable (ya sabes que las palabras estorban, entonces la razón debe forzarse a sí misma a funcionar en un espacio más allá de las palabras); pero hacer utilizable lo inexplicable es la locura. Sin la locura estoy muerto.
Tuve un sueño raro y lleno de contenidos: estaba yo caminando en una avenida principal y como siempre me ocurre los carros se me antojaban como cosas ajenas a mí, un poco hostiles, pero no imposibles de acostumbrarse a sus presencias, para mí son como manifestaciones gigantescas de insectos. Entonces yo camino en la acera con un extraño complejo como de último hombre en esa avenida principal y de pronto me detengo para cruzar la avenida. En eso pasa frente a mí un autobús-oruga y hay un tipo que desde al autobús-oruga me ve y comienza a hacer gestos como de gorila levantando pesas y gritando hurras hacia mí, yo sentí que el tipo era como de mi mismo planeta (a pesar que aquí éramos de distinta raza… sabes que los mismos espíritus se manifiestan en todas las razas) y en el sueño siento reconocer en esos gestos y hurras un lenguaje común, hacía tiempo olvidado por mí. Entonces yo, parado en la acera, comienzo a hacer los mismos gestos y los mismos hurras pero salidos de mí y el autobús se detiene una o dos cuadras más allá y baja otro tipo, o quien me pareció ser otro tipo, pero estoy seguro de que era otro tipo, y del cual sólo pude ver una silueta negra rodeada de un poderosísimo aura ambarino y yo continúo haciendo los mismo hurras y gestos de gorila levantando pesas y me doy cuenta de que por influjo de mis gestos las luces de la ciudad comienzan a apagarse y too comienza a oscurecerse y de pronto me doy cuenta de que hasta las luces de los carros comienzan a apagarse y de pronto todo comienza a oscurecerse gradual y rápidamente, cada vez más oscuro, negro, y cuando todo está así, completamente negro sin el menor rastro de luz, con mi último hurra ocurre un eco metálico. Es decir: toda la ciudad se transformó en una jaula negra y oscura de metal, sin ninguna luz y dentro de la jaula encuentro que soy un murciélago grande, negro.
Enseguida me desperté ”¡Vaya broma!” – pensé. Pero como has de saber un sueño de por sí no hace un susto (pero a veces tiene la fuerza suficiente como para colarse en la vigilia, como para correlacionarse con la vigilia y, si eso ocurre, sale de allí lo que llamo un susto… como una flor que se abre ante los ojos)
Menos de una hora después de haber tenido el sueño salí a la calle y lo primero con lo que me tropiezo es con una chica que viene desde la dirección opuesta y durante un segundo me sonríe y pasa a mi lado mirándome fijamente a los ojos… no es algo “anormal”, digamos, pero por lo extraño que me pareció, me preparó una atmósfera que inmediatamente me retrotrajo a la atmósfera del sueño. Luego voy a donde quería ir, y al regreso debo cruzar la principal y el semáforo está en rojo para mí, peatón, y del otro lado también hay una chica que se me queda mirando raro o al menos esa es la impresión que me dio (me recordó a la silueta oscura… ¡vamos!: esto no es solamente ocio ¿o sí?), al cambiar el semáforo, en el momento en el que esta otra chica pasa a mi lado ¡ESTORNUDA!
Esto suena a tontería, pero, sentí que fui yo o al menos la sensación de mi sueño lo que propició el estornudo como si de mí hubiese surgido un poder que obligó a la chica a estornudar.
Llevo seis días sin fumar y, siempre que dejo de fumar, tengo la impresión de que mi nivel de energía aumenta sobremanera hasta el punto de que me acontecen fenómenos como los que Jung llama “sincronía”. Ese estornudo lo sentí como la capacidad que tengo de producir alergia en los demás, como si yo botase algo así como un polen inusual (¿será polvo de alas?).
Pero cuando me pongo a pensar de esta manera se me aparece en la mente el recuerdo de un libro que leí hace tiempo y que en el momento me impresionó que se intitula “Inferno” de Strindberg, porque la narración del libro es precisamente esa misma percepción: el personaje de Inferno ve en todo lo que está a su alrededor como señales dirigidas hacia él y como fenómenos que él mismo provoca, como si todas las personas fuesen agentes inconscientes de una suerte de conspiración en su contra y, también, como si él mismo (el personaje) fuese una entidad capaz de alterar la realidad (y por eso mismo, los componentes de la realidad desean atentar contra él, contra su poder. En eso se basa la tensión de ese maravilloso y esquizoide libro), como ves: una manera agradable de vivir, de verse a sí mismo, de entenderse, y de ver… de apreciar.
Pero ¿Puede ser cierto? Llego a la conclusión de que si es cierto – y sólo en tal caso – que todo individuo está rodeado de un campo de energía, esta tiene influencia sobre lo que le rodea. Ahora bien: si el individuo siente su campo de energía sentirá también sus efectos sobre el entorno, porque concentrará su atención en ello, eso es todo, pero, si la concentración de su atención en ello es muy intensa, entonces los elementos d la realidad que le rodea y a los que él le de preponderancia serán otros que en el caso de que no coloque su atención en su campo energético y su influjo. Es decir. El individuo estará concentrado en su propio poder y, encontrará en los efectos de su propio poder un lenguaje (porque los efectos del propio poder generan una respuesta, es decir: se entabla un diálogo sin uso de palabras: las imágenes que surgen en su campo perceptual como respuesta a su influjo son palabras). Y ese lenguaje será la respuesta de su entorno a su propio poder: el color de una camisa que de pronto se aparezca dentro de su campo visual tendrá un significado porque tiene que ver con aquello mismo e lo que estamos concentrados y la concentración, este tipo de concentración es, una forma de invocación permanente, es un significado para con él (los colores vienen acompañados de entidades, porque la concentración y el lenguaje abre el entendimiento al contenido de las cosas que de pronto se vuelven asequibles a la conciencia).
Ahora bien: todo ello conlleva a ejercitar la animosidad: al intercambio de energía para con las cosas que no rodean, se invoca a seres de otros tiempos, de otras frecuencias temporales y por tanto la animosidad se vuelve la herramienta para el abrirse de las puertas, es un como un músculo que puede ser ejercitado. Imagínate tener el poder de introducir un color previamente seleccionado por uno dentro del campo visual ¡Una Maravilla! “¡Yo controlo los colores mediante rayos de afecto y efecto que emanan de mi ser!” – El Triunfo.
Te garantizo que es posible vivir así, dudo un poco de la posibilidad total del Triunfo, porque siempre aparecen monstruos que pretenden evitar el Triunfo o que deseen luchar contra el héroe, como San Jorge, por ejemplo, que evitó el Triunfo del Dragón… una batalla pendiente. Pero en la medida en que aparecen monstruos y se lucha contra ellos uno también se monstrifica un poco, porque toda lucha es un comercio. Por eso dudo del Triunfo: aparecen figuras que nos retan mediante la batalla a introducirnos a otras zonas espaciales.
¿Se puede querer vivir de otra manera?
No se puede querer vivir de otra manera a pesar de que mi posibilidad máxima ya está escrita: un murciélago atrapado en una caja negra de metal. Mientras tanto, mi yo chiquito (yo), no tiene otra razón de ser que el poder jugar con los elementos de la caja (quizás todo tiempo dado sea una caja y la liberación sea la conquista del Tiempo (¿?)). Creo conocer bien los límites de mi poder: castigo y recompensa por no haberme atrevido a abandonar mi cuerpo originario. Por supuesto: son los ecos de mis hurras los que propician mis transformaciones; la otra pregunta es: ¿De dónde surgió el amigo que me demostró esto, el tipo del autobús? ¿Cómo pudo reconocer en mí a mi cuerpo? (Al decir “mi cuerpo” me refiero a mi yo grande, a mi cuerpo energético que es el cuerpo influyente, y es sólo mi cuerpo influyente (mi yo grande) el que ejecuta mis batallas. El que yo (mi yo chiquito) pueda utilizarlo (a mi yo grande) es un triunfo: el significado de los contenidos de mis sueños… la realización consiste e esto: todos los seres poseen un campo energético, pero saber esto no basta: lo cierto es que el mismo campo energético es un cuerpo y es un cuerpo mítico).
Entonces sólo queda una pregunta: ¿Soy yo también la caja? ¿Es la caja que limita a mi cuerpo mítico también un elemento de mi cuerpo? Pregunto, porque el eco de mis hurras en la caja permiten nuevas transformaciones dentro de lo que soy, de mi cuerpo ¿Soy yo también la caja? La respuesta creo que es sencilla: Sólo una buena adaptación a la caja (porque la caja negra metálica es poderosa) me permitiría integrarla a mi cuerpo. Pero de una cosa me siento seguro: si logro integrar la caja a mi cuerpo, el poder de la caja a mi cuerpo, éste dejaría de ser un murciélago gigantesco y pasaría a ser un escarabajo, quizás aquel que desde hace siglos adorna tu sien.
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