Con el corazón oprimido lleno de una profunda tristeza, desgarrada, sintiéndose impotente por no poder expresarse, por no sacar aquello que a su alma atormentaba, solitaria y suspensa, iba y venia cual ave en los cielos surcando caminos desconocidos y sin horizonte, con los pensamientos en el infinito y su cabeza un embrollo total. Esta mujer se encontraba desubicada, sin esperanza, todo su rededor; plantas, animales, gente le era desconocido. Se sentía inquieta, con el alma agitada y el corazón revuelto.
La causa un nombre, el nombre de aquel ser especial a quien ella amaba, pero que una mañana cuando despertó ya no estaba y sólo encontró el vacío dejado por su ausencia, una ausencia sin explicaciones ni despedidas. Únicamente quedaba el recuerdo de su presencia, nostalgia que ella respiraba y sentía en cada poro de su piel, deseando aquel regreso que nunca se produciría.
Evocación que la hería más y más, hundiéndola día a día en aquel fango de tortura y soledad. Pasiones difíciles de explicar, más aún cuando carecía de la libertad para hacerlo. No obstante apareció en su mente la imagen de aquel ser, quien tal vez padecía el mismo o mayor desconsuelo que ella, porque muchas veces él también había sufrido el rechazo y la indiferencia de ella cuando por buscar a aquel hombre ingrato, lo olvidaba, lo ignoraba, no acudía a su llamado, lo esquivaba, estaba hay y ella lo alejaba. Lo que no sabía era que aún así él seguía esperándola, porque la adoraba.
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