No puedo ser drogadicta, lo intenté y no me dio resultado. No podría ser rockera como joplin, ni desquiciada como Karen y odiaría llamarme Candida. Toda una superchería. Los Smashing Pumpkies siempre acertados y subliminales. Me llegan a lo más cercano de todo mi postmodernismo. Aún más que The Strokes, aunque una parte de mi los odia a muerte en todo el sentido de la palabra. Es humano odiar. Nací en los 80s, pero no consumo leche Enci ni Cocorocos, no me gustaron nunca. Mis más grandes sufrimientos los pase en los noventa. Mis mejores productos la leche Anchor y el Tang. Los sonidos Corganianos, son himnos a mi adolescencia, a mi poca decencia musical y mí al largo proceso de reconocimiento. No tengo 17 años, no soy una gata en celo que se pasea maltratando a todos los borregos, ni una bruja hermosa que se pasa el día pintándose las uñas y tiñéndose el cabello de rubio. La vanidad todavía la conservo a veces se manifiesta en unos largos aretes o una sonrisa misteriosa.
Mis mejores películas son una recatapila de gringadas con producciones independientes. A veces tan malas que nunca las pasan por el cine y si hay suerte ganan premios en esos festivales que ni el comprador cree que fue tan bueno como para recibirlo. Las películas clásicas son muy buenas pero no son unas de mis opciones más recurrentes. Es como si me dieran a escoger entre Fausto y Contacto. Si me encuentro con ganas de abofetear a mi ignorancia leo la primera con mucho gusto pero si solo quiero soñar con realidades ineludiblemente me inclino por la última. No me considero fanática de nada por lo tanto no se hallaran tecnicismos psicológicos en cuanto a mi descripción. No presento ningún vicio o sea que para la mentira soy un haz por consiguiente mi vida es aburrida y llena de costumbres coloquiales pero continuamente la atiborro de resaltador y entre comillas. No tengo camaradas, ni confidentes, ni compañeros de fatigas. Aunque me encantaría. La experimentación es una de mis facultades más sobresalientes pero sé que es muy peligroso experimentar con personas, así que me tomaría tiempo planearlo.
Soy muy fácil para enamorarme, en el sentido obsesivo, desconocido y sin sentido. Hasta que dilucido las actitudes de macho energúmeno moldeado por la sociedad y todo se transforma en una pesadilla. Desde tu manera de mirarme hasta tu postura al sentarte. Soy déspota en cuanto a los machos conquistadores, jamás me consiguen y al final terminan odiándome o llorando. Los que me consiguen son aquellos que me ignoran, los que tan solo saben mi nombre y desconocen mi apellido, los que ya tienen musa, o sea ningún daliniano, lennonense, cervulense, quijotense me amará. Me quedaré con los segundones si tengo suerte o sola y en el anonimato si me duermo en mis laureles. Esta es la mentalidad de una machista derrotada por su estupidez ideológica. Ahora sé que estoy enloqueciendo y formando parte de las fanáticada que se conglomeran en el Chat en busca de un buen partido en la lotería amatoria.
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