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“Sergio mentía como nadie, con el alma toda, más allá de la verdad y la verosimilitud, más allá”
Martín Adán


Noticiero de las 5 de la mañana. Despertar por pura costumbre. Madrugadora innata. Desvelarse por pura naturaleza congénita. Mecerse en el lecho embarrada de sangre, de la vil evidencia mujeril. Esconder tu rastro, la huella de una violación de género. Esconder el hecho bajo las ropas, bajo tu pena silenciosa, la cruel masacre de las niñas descuidadas y sucias. Las que se olvidan de bañarse, las que se avergüenzan de todo, las que le esconden a la madre que su padre las esta violando, las que callan con sollozos de medianoche, las que sufren pesadillas despiertas, las que tienen miedo.

Ronroneaba de madrugada, me levantaba de mi cama para visitar el calabozo de las torturas. Despertaba temerosa pero iba religiosamente. Contaba los segundos, recurrencia usual. El sonido de la puerta de madera, el ruido al arrastrarse por el piso anunciaba la llegada de la intrusa, la victima que le imploraba a su inquisidor la tortura.
Los pies descalzos me apresuraban a la carrera, tenderme en las sábanas calientes de pasiones ajenas. La televisión siempre prendida, las sábanas raídas por el paso del tiempo, le aquejaban los años, el uso, la suciedad de los flujos espontáneos, ser testigo de dos cuerpos que se quiebran clandestinamente, en silencio, sin confesarse, sin delatores. Yo llegaba al mismo lugar. Mamá trabajando desde muy temprano, yo suplantando su cuerpo. Su generosidad maternal. Éramos dos mujeres bajo el mismo hombre. Yo sentía, olía, sabía lo que quedaba del nocturnal ritual. Si tonta no era, ingenua quizás, terriblemente callada, pero siempre miraba, siempre me enteraba, casi siempre los escuchaba. La curiosidad mato al gato, a mi no me mataron. Me encantaba espiarlos, encontrarlos desprevenidos y sin que se enteraran de nada. Nunca comentaba. Por las mañanas visitaba el país de los incontinentes, me ahogaba en las sábanas percudidas de otras noches y acariciaba tu basto cuerpo. Desnudo. Bajo esa bata de franela terrenal, estaba la piel de un hombre desierto.

Texto agregado el 18-05-2006, y leído por 111 visitantes. (0 votos)


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