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Acaba r como un sabroso pato Pekinés no es un buen final. Detrás de ese pato hay todo un proceso. No es tan sencillo como parece ser. No es lo mismo un pato Pekinés que un Arroz con pato. Si me dieran a escoger preferiría ser un arroz con pato. La gallina Pachikay es otra cuestión. Jamás seria una Gallina Pachikay. Los que saben de comida china tal vez me entiendan, los vegetarianos tal vez no me entiendan, a quienes les gusta el pato Pekinés me entenderán pero se harán los desentendidos. En el arroz con pato la carne tiene mal sabor pero el arroz es muy rico. No lo digo yo, lo dijo el mejor cocinero que prepara pato Pekinés en el Perú y quizás del mundo. Nunca podré saberlo, porque no comería pato Pekinés, éticamente va contra mis principios en todo el sentido de la palabra. Desde su muerte hasta su trasfondo social, eso incluye al arroz con Pato. Pero entre los dos sin ser chauvinistas prefiero el segundo. Un pato Pekinés es semejante a una proyección humano idee. Su muerte es una cruel masacre. Hay masacres que no son tan crueles (aludiendo a los moralistas relativos) como en la pollería, el camal, el pesquero, etc. Pero a los patos si los martirizan. La materia es parte del cuerpo otrora fuera un ser vivo, quizás no sea tan agradable como los sobrinos de Donald pero como Lukas, no me comprometo a defenderlo. El pato me resulta muy familiar tanto que lo relaciono a la imagen de mi abuela. Ver a esos desplumados colgados del pescuezo, atravesados por un fierro, con los picos semiabiertos, mutilados, amarillentos como la piel de mi abuela cuando todavía rezaba, su piel seca, fría, elástica. Tocarlos y sentir el recuerdo de mi longevo pasado, ver esos ojos inertes que persiguen almas compasivas, colgados del anzuelo, chorreando hasta la última sangre, hasta el último recuerdo de su actual apariencia, inflado como un globo para que no reduzca su fisonomía al transformarse en nauseabunda suculencia, dorada, gloriosa, seductor para los que dibujan en sus rostros apetencia. Descolgarlos y bañarlos en las candencias del infierno, el aceite hirviendo de la fosa común. Sus ojos, verde uva ya no existen, los de mi abuela se mezclaron entre dientes postizos y uñas pintadas que se guardan en la pequeña urna enterrada en el cementerio. El pato perdió el cuello con la fuerza del machete. Ver los ojos de pato en el plato servido es una falta a las normas estéticas y ver los ojos de mi abuela paseando por las calles de Lima era un saludo a la bandera.

Texto agregado el 18-05-2006, y leído por 213 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-08-2009 ¡¡pienso lo mismo que tu!! pobres patos... y vacas... ¡¡y cerdos con esto de la influenza!! pero a la mayoria no les importa por que no son ellos. lo bueno es que hay algunos que si nos preocupamos Kirjava
 
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