Cayendo la tarde
la brisa cortante sobre tu cabello húmedo
cojo tu cuello a dos manos
tu expresión ayer terror, hoy indiferencia
Por los cerros
bajando los parroquianos
entumecidos
y balbucendo plegarias...
cruzando nuestras frentes mil dichos
nuestros paraísos
hoy despojos de ánimo destruído
en cuerpo transformado en una horquilla
girando a la orilla del balcón
mil girasoles clavados en tu pecho
y una bomba...
mi rostro ahogado en esquirlas
las extremidades inútiles,
el alma un barco hundiéndose
y tus ojos de eternidad
endurecidos por el sol de un día acabado
terminan de juzgar.

Tus palabras ya no me hacen brillar
hoy me apagan
tus manos ya no me recogen
hoy me estrangulan
tus labios, ayer destellos de fuegos artificiales
hoy muecas humillantes.

Si lo sé, no me lo repitas.
Ya cerraron las inscripciones
y no hay repostulación.