Eres veneno en los labios de los hombres y proezas en sus vientres. El despecho es tu arma favorita y tu venganza es el sexo que cubres de bondad para conseguir tu prestigio, tus regalos y tu vida abandonada; si, para recuperar un poquito de esa vida amedrentada por la violencia de sentirte nada, por la lujuria de la muerte, por la adicción de tu alma y la desdicha de morir en vida.

Sigo aquí, sentado en el mismo sofá observando como la putita se regocija con fervor sobre las cenizas de los que aún sonreímos con ironía; vaya, has aprendido a menear el culo como toda una experta… ¡Carajo! Jamás lo hubiera pensado pero ahí estas, vas y vienes como el dinero, como ese cambio que uso para subirme al micro de las cinco o con el que pago los chicles que mastico después de fumar… ¡me caga fumar!.

A veces veo como te diriges a tu casa, no lo puedo evitar, vivimos en la misma calle y se perfectamente que amas pavonearte afuera de mí ventana; no puedes soportar tener la atención de todos y no tener la mía. Si, te miro muchas veces llegar con el rostro bañado en lágrimas y con una mueca que confiesa que te acaban de coger por el culo; aunque creo que empiezas a agarrarle el gusto… Eso si, llegas con las manos repletas de detalles, de regalos, de cosas nuevas; o ¿a caso son tu pago?

Te perdí la pista y te perdí la vida, las ganas siempre estaban como ese aliento que dibuja mis sonrisas que ya no son tuyas; ahora ruegas y entre llantos y miradas que matan te lamentas de saberte libre pero aprisionada en los anales de joder sin amar y de amar que te jodan.

Eres veneno en los labios de los hombres; pero a mí, no me mataste.