| …todas las respuestas eran sólo rayos del Sol que me negaba a ver directamente.
 Me acerqué cuidadosamente hacia donde estaba él, con temor a despertar la ira de algún dios Sol, si realmente existía.
 -¿Eres el Sol?
 Félix Galdós no me miró, nunca lo hacía. Simplemente, dejó a un lado sus pensamientos misteriosos y habló, tal vez al viento, tal vez al tiempo, tal vez a mí.
 -Nadie pregunta.
 -Eres el Sol (Jian).
 -El Sol es la estrella que concede luz a la penumbra.
 Todas las respuestas a las preguntas que nunca hacía, todas las respuestas eran sólo rayos del Sol que me negaba a ver directamente.
 -Como tú.
 -El Sol es la estrella que concede luz a la penumbra.
 Hubo una pausa corta.
 -Como yo.
 -¿Por qué no me lo dijiste antes?
 -Nadie pregunta.
 -¡Basta con esa respuesta de mierda!- grité-. ¿Por qué nunca me lo dijiste?
 -Nadie pregunta.
 Saqué las fuerzas de toda la rabia que me guardaba desde la noche anterior, y vi en el Sol, doce rostros diferentes, algunos conocidos, otros difusos y no habidos, y fueron doce golpes duros, contra una sola cara, que no tenía sello.
 Cuando volví a mí, su nariz estaba sangrando y tenía heridas en todas partas de la cara. Y, sin embargo, no me miró. No por miedo, el Sol no podía concebir ese sentimiento; era otra cosa.
 -¿Eres idiota?- Henry Fonseca se acercó hacia donde estábamos
 No dije nada.
 -Ayúdame a levantarlo- me dijo.
 Obedecí, pero sin tener conciencia en realidad de lo que hacía.
 El Sol hizo un esfuerzo tremendo por hablar, a causa de su boca machucada por mis puños.
 -La noche- masculló-, y el ángel sin alas serán uno.
 No necesité pensar en ninguna traducción para aquel designio.
 |