Casi siempre me pasa, que cuando se me doy cuenta de que tengo algo valioso estoy apunto, o lo he perdido ya, son esos momentos invaluables como cuando recuerdas tu primer beso, y las cosas importantes se van demasiado pronto, y pertenecen entonces a los recuerdos pretéritos de en lo que todo se convierte, porque el presente es un tiempo imaginario que supongo como una puerta, el movimiento de el pasado al futuro, y nunca hay vuelta atrás, y el tiempo lo va devorando todo, y todo así se va.
Las más de las veces que puedo pensarlo, me pongo la máscara de las manos juntas, y hago de cuenta que no estoy solo, y abro una ventana y te miro, y de pronto esa es mi manera de que estés ahí, te he inventado tantas veces que ya sé te de memoria, casi como yo mismo. Te ríes con mis cosas y me haces cosquillas en el cuello, ese lugar donde sólo tú sabes lograrlo, y encontrar mi punto débil.
Cuando sudas, salen de mi cuerpo las ganas que llevan tu nombre, y entre risas y jugueteos, te miro sonrojar loca y divertidamente, te muerdo un poco, y empieza el verdadero juego, es aquí donde muchas veces prefiero quedarme, y abrazarte de pronto sin que lo esperes, y recargo mi cabeza sobre tu pecho agitado, y empiezo a besarte de nuevo, pero es poco porque debo marcharme.
Mientes muy bien en todo esto, y yo acostumbrado a este tipo de relaciones que vacío me dejan, debo retornar sin tu latido, pero ¡qué más da! Soy feliz esos momentos que compartimos y no importan los nombramientos, siempre me queda la satisfacción de no tenerte cuando despiertas molesta por nada, como para pedirte alguna cosa, es el lado bueno de ser el otro, el que no pelea ni exige nada, ese que con pedirlo se postrado tu lado para platicar cómo va todo, y no requiere explicaciones si te ve con otro, porque este que soy yo, lo sabe de antemano, no pido fidelidad ni promesas rotas, sólo quiero mantenerme a tu lado, mientras nadie más que nosotros se entere.
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