De esta manera, y a baja altura se dispuso a observar el extraño juego de combate que se iniciaba entre aquellos dos pequeños lagartitos infantes. Inmediatamente uno de ellos desafía al otro:
- Vamos, prepárate para la pelea, dar cuenta de ti me tomará muy poco tiempo, debo preveniros que mi padre me ha dicho de mi bisabuelo era un auténtico Tyrannosaurus rex, de modo que si sois sensato, no presentareis batalla.
- ¿Ah sí? - responde su hermano de inmediato con aire desafiante - pues yo también debo preveniros, pues madre me ha dicho que mi tío abuelo era un poderoso Megalosaurus, cuya cola podía derribar de un sólo golpe, los árboles más altos y fuertes.
El primero se enfurece con tal respuesta y a modo de ilustración, golpea con su cabeza una pequeña baya reseca la cual sale despedida a cierta distancia, por cierto él imaginase que aquel fruto es una roca enorme que rueda lejos haciendo temblar la tierra. Y sin mediar más palabras, arremete contra su hermano corneándole en un costado. El oponente sale disparado por el aire efectuando las más asombrosas y divertidas contorsiones hasta quedar con el vientre hacia el cielo, lo que hace más que nada por molestar y aprovechar de exponer su cuerpo al sol por un rato, aprovechando de entibiar la sangre fría de su cuerpo.
El atacante acercase con pasos firmes y cautelosos ante su hermano que yace víctima de tan poderoso y certero golpe.
- Te lo dije - exclama el vencedor sorprendido por el poder de su ataque - eres un testarudo, y deberías saber que los Megalosaurus siempre fueron derrotados por los Tyrannosaurus rex.
- ¿Ah sí? - contesta su hermano mientras se incorpora para presentar batalla - el testarudo lo serás tú. Evidentemente no has comprendido que mi tío abuelo estaba provisto de una cola poderosa como arma principal para defenderse de los necios como tú.
Entonces dando a su cuerpo actitud desafiante y guerrera, golpea con su cola unas ramitas secas caídas de algún arbusto las cuales salen proyectadas con cierta energía, por cierto él imaginase que aquellas ramitas son enormes árboles que producen terribles estruendos al caer a tierra luego de ser derribados por su poderosa arma natural.
Y sin aviso de rigor, corre hacia su hermano y al llegar hasta él gira su infantil cuerpo, golpeando con la cola el cuerpo de su oponente el que finge salir despedido por los aires describiendo las más extraordinarias y graciosas volteretas para quedar definitivamente inmóvil soportando la risa con gran dificultad.
Pero sus padres lagartos no pudieron, porque rieron a carcajadas ante la habilidad acrobática de sus hijos y su desbordante imaginación, y sintieronse complacidos de ser padres de chicos tan llenos de inquietud y vitalidad.
Entonces desde la altura y ante la vista de tales infantiles acontecimientos, él recordó a sus hermanos concluyendo que aquellos juegos no tan sólo son propios de ellos sino de todo el mundo y sintió nostalgia por el hogar decidiendo regresar inmediatamente a él. Por tanto, puso rumbo al nido en un meditabundo volar, mas en medio del camino volvió a meditar :
¿Al hogar ? No, no creo, todo estará igual allí, mi madre con su indiferencia y mis hermanos con sus necios juegos infantiles, creo que es mejor seguir explorando las maravillas de este mundo.
Sin embargo el nido ya estaba a la vista y no pudo evitar pasar muy cerca de él no sin antes advertir que sus hermanos no estaban jugando sino que permanecían con sus ojos muy asomados por sobre el borde del nido esperando su regreso.
Y en un instante apenas, pudo apreciar la mirada de admiración de aquellos pequeños y también los ojos plenos de orgullo y de amor con que su madre seguía su aérea trayectoria.
Entonces el corazón se le llenó de dicha y felicidad: !Los suyos le amaban ! ¿Cómo pudo dudarlo un instante?. Quiso por tanto, volar más alto, muy alto para sublimar su espíritu y ascendió por un claro entre los árboles hasta situarse sobre sus verdes copas y sobrevolarlas extasiado. Observó hacia abajo y ante sus pies el mundo se le presentó en toda su magnificencia, sólo le restaba conquistar el cielo.
De ese lugar enormemente alto y azul, le sorprendían aquellas singulares aves blancas, que antes admiraba desde el nido familiar, de extrañas y diversas formas que permanecían en el cielo casi suspendidas en el aire. ¿Cómo habían llegado hasta allí si no poseían alas como él? Además, pensaba, son obesas y perezosas en exceso, poseen enormes vientres y parecen estar siempre dormitando. Son tan enormes algunas que no imagino como será la dimensión de sus nidos e inexplicablemente cambian el color de sus alas hacia el atardecer, del blanco al rojo encendido como si hubiesen estallado sus propios corazones dentro de sí.
Sin embargo su vida recién comenzaba y el cielo podía esperar, pero quien mira el cielo no puede evitar entregarse a la meditación y a la reflexión, y en medio de alegres conclusiones, puso rumbo al hogar..
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