Es tiempo de lluvia... tiempo de amarse a media voz. Joan Manuel Serrat
“Y me puse a escribir en esta noche, para sobrevivir a los recuerdos que me trae la lluvia...”
Llueve... comienza a notarse que el otoño va ganando terreno.
Llueve... e inexorablemente pienso en el amor.
Es como que uno asocia a la lluvia con el amor, con la misma facilidad con que uno asocia el mate con los amigos.
Está lloviendo y hoy, escribo para sobrevivir al pensamiento nostálgico que trae consigo la lluvia.
Cuando era una infante que no sabía atarse los cordones con mucha seguridad, le tenía pánico a las tormentas y una de mis tías, para consolarme, me contaba que cuando una gota de lluvia te tocaba la cara, era porque te había besado un ángel.
No sé si ella o el tiempo lograron quitarme el miedo por la lluvia. Lo que si sé es que la lluvia me llena el corazón de recuerdos, de nostalgia... y de amor.
Sería difícil tratar de sintetizar con palabras todos los sentimientos que me despiertan las noches de lluvia; sin embargo aclaro que en mi adultez me gusta, me reconforta y no sé si será porque soy de esas personas que vuelan con la mente, pero cuando llueve, siempre pienso en el amor.
Se me viene a la mente una película que vi cuando tenía 11 años, y que me cautivó desde el primer momento. La he visto cerca de diecisiete veces y siempre, siempre que la veo, se me hace inevitable el llanto: Cinema Paradiso, un tributo al amor (y al cine). Inconscientemente recuerdo una escena de esa película (que es la escena que me hace estallar en llanto): ellos se aman, amor imposible por las diferencias sociales, y en un cine al aire libre se besan por primera vez; y de repente... una terrible lluvia... y ellos, impregnados de amor, se siguen besando.
Si algún enamorado está leyendo estas líneas, coincidirá conmigo cuando afirmo y sostengo que no debe haber en el mundo algo más idílico que besarse bajo la lluvia. No hay nada más lindo que un abrazo acogedor cuando uno llega donde el ser amado, empapado por la lluvia.
Y cuando uno está triste por amor (o por desamor), es como si el universo conspirara para regalarnos una lluvia que uno siempre mira por una ventana. Y el que diga que nunca se quedó parado frente a una ventana mirando llorar al cielo, mientras lloraba también su alma, está mintiendo.
Yo, personalmente, cuando llueve pienso en tantas cosas (siempre mirando por esa ventana que no deja que se me escape nada). Pienso en mi papá que le gusta pasear en auto cuando llueve. Pienso en Buenos Aires que se pone gris y triste y más sucia cuando el agua cae sobre sus edificios. Pienso en mi mamá porque recuerdo su desvencijado Fiat 600 que cada vez que llovía se inundaba adentro y uno tenía que viajar con los pies levantados o resignarse a sacrificar el calzado o el calorcito de los pies.
Pienso en Córdoba, mi hermosa ciudad, que se transforma en más chiquita cuando llueve porque aparece la ausencia de gente en sus calles y con ello se nota la falta de cosas en ella y lo pequeña que es en realidad. Pienso en mi hermana que reniega de las lluvias mañaneras porque llega toda mojada a su trabajo. Pienso en mi sobrina Lucía y en mi tía Keka que coinciden conmigo cuando opino que si llueve está lindo para dormir. Pienso en Florencia, mi chiquita hermosa, más que sobrina una copia fiel de mí propia alma, que cuando llueve, apoya su naricita de enchufe en la ventana y mira para el patio, con los ojitos que denotan desilusión, porque no puede salir a jugar allí, que es su lugar preferido.
Y pienso en el Amor, en las películas de amor, en ese sentimiento de comodidad que uno experimenta cuando siente llover y tiene, a su lado, el calor del alma del que uno ama. Pienso en la nostalgia que me invade cuando veo llover y advierto que esta lluviecita de otoño la estoy pasando lejos de mi amor. Bah... no tan lejos, pero en cuestiones de amor las distancias se hacen abismos. Y pienso que cuando era chiquita mi mamá me supo decir una vez que cuando llovía a mí se me notaba la tristeza en los ojos. Tal vez sea cierto porque hoy lo veo en el reflejo de mí en esta ventana por la que miro.
Entonces, ya un poco melancólica como consecuencia de esta lluvia que no cesa, llego a la conclusión de que la lluvia nos llama al Amor, pero al amor en todos los sentidos de esa palabra. Porque cuando llueve y uno mira por una ventana es como si una magia nos invadiera y nos hiciera recordar y pensar en cosas que tal vez en un día de sol no recordaríamos ni pensaríamos.
Cuando llueve, y miramos por una ventana, el agua nos abre el alma... y recordamos, y pensamos, y nos transformamos en más humanos, y eso mismo pasa cuando amamos.
Por eso asocio a la lluvia con el amor. Porque cuando llueve, nos sentimos al descubierto de nuestros pensamientos y nos sentimos un poco libres de corazón... y ésa es la manifestación más pura del Amor.
ES MEDIOCRE... LO ESCRIBI HACE AÑOS... PERO BUENO ES UNO MÁS DE MIS DIVAGUES Y NO LO QUIERO DISCRIMINAR jajaja |