Y siempre me ocurre lo mismo. Ahí estas tu mirándome de una forma candida, que me hace tiritar. Tus ojos almendrados, si tus bellísimos ojos negros se clavan en los míos, y yo intento contener esa mirada, te das cuenta y sonríes, ante esto siento que la sangre inunda mis mejillas, y casi sin pensar huyo de tu mirada como un niño que acaba de ser reprendido. A veces pienso que disfrutas todo esto, que soy el objeto de tus perversiones, y me asusto, naturalmente, quien no lo haría?

Después claro, sigue la música y también siguen los tragos, uno tras otro, como si fueran parte de la misma orquesta, haciendo la sinfonía detrás de nosotros y hablamos del mundo, de los problemas sociales, del hambre, de la pobreza, de los movimientos subversivos, como si cada uno quisiera evadir el tema que realmente nos convoca cada noche. A cuanto llegara nuestro cinismo?

- Rosas. Es la única flor que conocen los hombres – dices llenadote la boca de sarcasmo, riendo de lado, buscando cómplices, sintiéndote mala y feminista.

Me demoro algunas milésimas de segundo, buscando mi gloria, muevo las piezas, preparo el ataque.

- Yo regalo tulipanes – respondí con una convicción prestada por el alcohol. Mi victoria se asoma. Veo tu rostro derrumbarse, como si la gravedad se encargara de llevarlo al suelo. Acusas el golpe con un silencio siniestro.

Después, naturalmente el tiempo transcurre sin que nos demos cuenta, reconozco que empiezo a desesperarme. Tú insistes en hablar, hablar y hablar, y yo aliándome a mi cobardía te escucho, te escucho y escucho atentamente, mirándote, apreciando tus delicados movimientos, tratando quizás de buscar lo que me atrae a ti. Claro tal vez no lo sepa hoy, ni mañana, quien sabe, puede ser que nunca lo sepa, pero eso alimenta mi curiosidad, de seguir descubriéndote en cada segundo.

De pronto cuando ya no doy mas, te callas, ahora siento una cierta incomodidad en tus gestos, en tu expresión, como si algo te incomodara, levantas tu vista y me miras fijamente al ojo, digo al ojo y tu sabes porque, recordaras esa conversación, si esa, de que no es posible mirar a ambos ojos al mismo tiempo. Me tomas de la mano e irrumpes:

- Te gusto? - Solo eso sale de tus labios, me miras, me apuras como sabiendo lo helado que he quedado. Y ahí quede, petrificado, hasta que logro hilvanar una respuesta.

- Si me gustas. - Respondo fijando aun mas mi mirada a la tuya, apretando tu mano.


Así me gustan este tipo de historias y por eso me gusta aun mas nuestra historia, porque la contamos nosotros, no nacen de la proyección de imágenes de la historia de otros. Pero, quien será el antagonista?...