Mi madre acababa de llegar de París, y vino con aquello que mas me gustaba, con muchos libros de autores desconocidos en esta parte del mundo pero no en París. Gracias, le dije a mi madre mientras la ayudaba a cargar todas sus maletas rellenas de regalos para toda la familia. Mientras viajábamos en el auto, ella me preguntó acerca del negocio que llevo, de mi salud, de mis hermanos etc. Le dije que todo estaba bien. Calló, pero en su rostro vi una especie de gesto que ensombrecía su alegría de ver a su hijo después de muchos años. Le pregunté, qué era lo que le preocupaba. Me dijo que yo leía demasiado, y que parece que he descuidado el negocio. Esta vez tuve que callar y le dije que amaba escribir y leer, y ese es mi único vicio, la última isla que me protege de toda la mediocridad del galopante mundo consumista, televidente... Mi madre calló y no volvimos a hablar hasta que llegamos a nuestra casa. Toda la familia la recibió con los besos y abrazos y con los ojos puestos en todas las maletas llenas de regalos. Me hice a un lado y recogí los nueve libros que mi madre me había traído de París. Luego, cuando vi que todas mis hermanas llenaban de chismes, regalos con mi madre, me fui hacia mi cuarto en el último piso de la casa. Cuando llegué, cerré la puerta con llave y empecé a leer los libros... Nunca había escuchado de estos autores, y lo peor era que estaban escritos en francés, y yo, algo sabía, pero, tenía mi diccionario y, durante toda la noche me puse a leer el primero de ellos junto a mi viejo diccionario de español-francés. Trataba de dos mujeres negras que habían encontrado un bebé dentro de un tacho de basura, lleno de hormigas en la cara, llorando como un chivo destripado... Me gustó lo descarnado del tema... Luego seguía que una de las morenas empezó a robar niños, pues el bebé que tenía crecía y crecía, y si no comía lloraba como nadie en el barrio. Y robaban niños recién nacidos a las madres que tenía dinero. Recibían por la devolución un poco de dinero y de eso y la eventual prostitución vivían las tres... El tiempo pasó y como por un accidente, el bebé murió de una meningitis. Fue terrible para las dos morenas. Ninguna de ellas pudo soportarlo así que decidieron acabar con cualquier madre que tuviera un bebé... Y así, en el camino, terminan en la cárcel, con todo el dolor del mundo y una foto clavada en una de las paredes de la cárcel... Por una extraña suerte, ambas se alejan... Una sale, o se escapa y conoce a un buen hombre con quien se casa y la hace feliz y rica... Pero, ella no puede tener hijos. La otra, sale embarazada de uno de los policías... y antes de abortar, decide entregársela a su amiga. El tiempo pasa y esta morena sale de prisión y va en busca de su amiga, y de su hija... Pero, pasa lo que nunca debió pasar. Su amiga la ha olvidado, es decir, no desea recordarla, pues tiene una bella familia. Una hija de veinte años un esposo trabajador y, dinero. Al ver esta escena, esta última morena desea ver a su hija a escondidas. La ve, y le cuenta de que ella es su verdadera madre... y le pide que la perdone que no dejara que se muera como su primera hija, etc... La joven se espanta y se va donde su madre adoptiva y le pregunta si eso que cuenta aquella mujer es verdad. Sí, es verdad, pero, yo te he criado... y, amado, hija mía..., le dice. La joven ve a su madre y decide no volverla a ver... Se escapa y viaja muy lejos, y, en el camino, encuentra a una joven, y, por esas casualidades, encuentran un bebé en un botecito así como el de Moisés. La cogen y la cuidan... Así termina esta novela escrita, obviamente, por una mujer... Miro la foto, y es una morena. Miro mi reloj y son casi las cuatro de la mañana. Lo cierro y me pregunto cómo será el otro libro... Lo abro y trata de un pescador de ilusiones... Me gusta la sinopsis y empiezo a leerlo hasta quedarme dormido. Lo último que recuerdo es a un chico que va hacia un pozo a pescar, pero, cuando echa su caña, escucha muchas voces... y, en ese momento, me quedé dormido...
San isidro, mayo de 2006
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