Luz María nunca dijo una sola palabra durante el tiempo que fueron amigos. Era una niña preciosa y de inmenso corazón que Jugaba entre los árboles y las flores. Una vez, él, la descubrió hablándole al cielo con mucho entusiasmo, anhelaba conocer un ángel y palpar una estrella.
Luz María aparecía por acto de magia, siempre riendo, los cabellos traviesos, la sonrisa de leche y la menuda figura lista para dar de abrazos. Él se encariñó muchísimo con ella y cada ves que paseaban en el parque junto a rufus, el perro, le hablaba de los orígenes del universo y de la tradición de cada tipo flor. La cuidó como lo hace un papá de todo el mal que había en las calles de aquel entonces.
Desde antes de la muerte de Liz, el amor de su vida, tener una hija como Luz María se le hizo un sueño triste e inalcanzable pues creyó que nunca más encontraría una esposa como ella para reiniciar su vida. Luz María era encantadora y alegre con el mismo espíritu soñador y aventurero, y la imaginación abundante de Liz, además tenía sus mismos ojos grandes y su bella sonrisa.
La quiso como a una hija y por eso sufrió mucho cuando nunca mas volvió a verla.
Durante los días de soledad compuso una canción para ella explorando del DO al SI con melancolía esperando su regreso, rufus también la extrañaba.
Una tarde de clima frió, lluvioso y nublado sintió que había perdido a su única hija. Ella nunca volvería. Él no se conformaría con perderla.
Enrumbó la búsqueda, necesitaba conocer a sus padres y saludarla aunque sea por última vez pues era evidente que ellos no le permitirían visitarla nunca mas, necesitaba verla para regalarle una canción y un collarcito de recuerdo.
Lo poco que pudo saber de la silenciosa niña fue que vivía en la parte sur de la ciudad, pues cierta tarde ella señaló con el dedo esa dirección. Él pudo distinguir un bosque esplendoroso jamás antes visto.
Llegó a la cima de una colina muerto de frió, allí habían muchísimos hogares curiosamente construidos, parecían sacados de algún manual épico, la gente parecía vivir en árboles pues las casas estaban rodeadas de ellos y muchos andaban trepados en las copas como monos, vestían atuendos extraños con bordados de flores y andaban descalzos, el sol parecía brillar con mas intensidad pero aun así persistía el viento fresquísimo.
Preguntó a muchas personas por ella usando descripciones, era extraño pues nadie parecía hablar el mismo idioma, más bien parecía que hablaban un lenguaje del bosque pues no tenia parecido alguno al resto de idiomas del mundo. Tomó la iniciativa de ir de casa en casa, al fin y al cabo no eran muchas. La gente parecía temerle, lo veían como a un extraño, muchos le tiraron la puerta en la cara y otros le dijeron cosas ininteligibles.
Él se pregunto si no estaría soñando, todo aquello le parecía tan extraño, tan irreal, esa gente de comportamiento raro de dialecto ignoto y de carácter del bosque pues realmente le pareció que eran gentes nacidas del bosque con alma de árbol y río, no parecían personas de este mundo.
Llegó a la última casa en la cima de la colina, antes de empezar una montaña hermosísima llena de caídas de agua, todo parecía brillar con más intensidad en ese punto, se sentía bastante nervioso pues de aquella casita de madera dependía el éxito de la expedición.
La puerta la abrió una adolescente de grandes ojos y mirada alegre, al verlo casi pierde el equilibrio, sus facciones expresaban una profunda sorpresa y una gran alegría y en sus ojos las lagrimas estaban apunto de brotar. Él no podía contener su emoción aquella joven era idéntica a la pequeña y traviesa Luz Maria, él supuso que era la madre aunque muy joven pero no podía haber error, el parecido era inmenso y conmovedor. Ella le produjo una sorpresa más grande aun cuando habló, él sintió que era Luz María quien le hablaba por primera vez en la vida.
-¡Viniste a buscarme Papá! - exclamó ella mientras se arrojaba a sus brazos.
Él la abrazó algo perplejo sintiendo algo así como el paso del cometa, estaba confundido mientras en la mente miles de imágenes del recuerdo emergían desde el inicio hasta el presente sin poder atar cabos ni llegar a una conclusión exacta: era Luz María en la cuna, Luz María en sus brazos acariciando una flor, Luz María en su primer cumpleaños, Luz María montando con su ayuda el caballito del carrusel, Luz María en el velorio de mamá un día lluvioso y triste y Luz María y mamá formando parte de su vida como un tesoro guardado en el corazón hasta la eternidad.
Solo una alegría le quedaba en la vida.
Al despertar la niña de ojos grandes y bella sonrisa lo meneaba del hombro con apremio.
- ¡Despierta papá tienes que llevarme a la escuela!
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