Habìa una vez una estrella con la que siempre yo hablaba; cada vez que me sentìa triste o solo subìa a la terraza a mirar el cielo hasta encontrarla. Aquella estrella siempre estaba ahí, esperandome, brillando màs que las otras.
Un dìa al caer la tarde salì como siempre para verla y cual no serìa mi sorpresa al ver que no estaba en su lugar habitual, que se habia desplazado un poquito hacia la izquierda; le preguntè què pasaba… y me dijo que nada, que ella estaba donde siempre; al otro dìa notè que el desplazamiento habia sido mayor, pero màs me sorprendiò notar que su brillo ya no era tan intenso… volvì a preguntarle què sucedìa y me dijo que no me preocupara, solo que habìa màs personas que querìan hablar con ella pero que no era verdad que se estuviera alejando… hubiera jurado que su pequeño cuerpo tenìa alas ahora, y que se alejaba. Sè que es imposible, que a las estrellas no les crecen alas… pero sè tambièn que aùn sin alas pueden alejarse y desaparecer.
Hoy es apenas una luz difusa que apenas puedo distinguir, un tenue brillo que nada tiene que ver con aquel resplandor que alguna vez iluminaba mi noche; a veces tengo que gritar para que me escuche lo que quiero decirle… y aùn asi no me oye.
Sè que algún dia subirè a mi terraza y ya no volverè a verla, que se habrà ido a otros cielos, otras terrazas, para ser mirada y admirada por otras personas que a lo mejor se sienten solas y tristes como yo me sentì alguna vez.
Hoy ya no me siento asi, sè que a pesar que ya casi no la vea, que ya casi no me escuche, ella siempre estarà en mi memoria y en mi corazòn… y cuando digo “siempre” quiero decir SIEMPRE.
Que si la extraño? Claro que la extraño! … pero asumirè que son etapas que pasan y de las que hay que aprender a sacar algo en limpio; asumirè que tengo que aceptar la realidad tal como viene.


Aùn asì, no hay anochecer que yo no suba a mi terraza y mire hacia arriba …buscàndola.