Largo tiempo había pasado desde que no se veia caer la lluvia como hoy lo ha hecho. Grandes gotas de fria agua golpeaban, impelidas por el fuerte viento, las frondosas copas de los viejos arboles haciendolos bailar a todos ellos, pues no había ninguno que se salvara del golpe de la lluvia sobre sus cansadas hojas. Asimismo, los grandes edificios eran atormentados con el constante golpeteo de las gotas sobre sus pieles de cemento y cristal, sin embargo, permanecía firmes e indiferentes al castigo inflingido por el agua. El suelo de las calles parecia beber a grandes bocanadas mediante sus miles de pequeñas bocas los multiples rios que por ellas desfilaban, como si quisiera apagar la rabiosa sed producida por el inclemente paso de los rayos del sol día a día sin descanso sobre su abrupta cara.
Las calles pronto quedaron vacías a causa del desesperado movimiento de la gente que huia vehementemente de la lluvia, como si no fuese agua lo que caía, sino uno de los peores venenos sobre la tierra. Desde sus refugios, la gente miraba aorada al cielo, pues nadie recordaba que cayera desde él tal cantidad de liquido, y miraban desde los altos edificios sobre el horizonte, que se hallaba cubierto de una densa cortina grisacea que acortaba hasta la mas penetrante de las miradas. Las nubes oscurecieron totalmente a la tierra debajo de ellas, pues era tal su espesor que no permitian la entrada de siquiera un rayo del sol, y tan cercanas estaban del suelo que parecia podrian alcanzarlas con solo estirar su brazo.