- Señor, como usted ordenó en tres cuartos de hora se procederá a la tala de todos los árboles de la plaza
- Perfecto, no quiero ni un error ¿me oyes? vamos a invertir demasiado dinero como para que algo falle
- Claro señor, sólo una cosa: hay un grupo de ciudadanos frente al ayuntamiento que se queja por su decisión, llevan pancartas y proclaman consignas contra usted y su política…
- Ya se irán.
Transcurridos quince minutos el subordinado regresa.
- Señor alcalde, me temo que tenemos un problema…al grupo de ciudadanos se ha unido el jefe del partido de la oposición y varios de sus seguidores, con ellos los gritos son mayores, hay más pancartas, más gente incluso algunos hablan de entrar en el ayuntamiento por la fuerza si usted no depone su actitud
- ¿Crees que me asustan? Es mi decisión y nadie me hará echarme atrás, vamos ¡vete y no molestes! Tengo cosas que terminar.
Veinte minutos más tarde se escuchan unos tímidos pero insistentes golpes en la puerta del despacho del alcalde.
- Excelentísimo señor alcalde, no sabe cuánto siento interrumpirle de nuevo…
- ¿Otra vez tú aquí? Habla rápido y vete ¿No ves que estoy ocupado? ¿qué diantres pasa?
- Verá, a los ciudadanos y el partido de la oposición con sus seguidores se han unido los ecologistas y un grupo de universitarios que amenazan con atarse a los árboles que vamos a talar y claro…
- Llama a la policía, que los dispersen como sea, mangueras, bolas de goma, cualquier cosa pero que se vayan ipso facto ¿me has oído? ahora vete.
Cinco minutos más es lo que tarda en sonar un ruido de pasos en la antesala del único despacho de la alcaldía. Súbitamente se abre la puerta.
- ¡Excelentísimo e ilustre señor alcalde! ¡El arzobispo pide hablar con usted inmediatamente!, indica que no tolerará una actitud que va en contra de la voluntad del pueblo; viene con muchas personas que dicen tener la imagen de esos árboles grabada en su recuerdo pues allí jugaban al escondite, trepaban…señor, digo yo, vamos, no sé, pero pienso que si los árboles no están enfermos no deberíamos talarlos ¿no?
- ¿Cómo? Pero qué poca vergüenza tienes ¿quiénes creéis ser para decirle al Supremo lo que está bien y mal? ¡Da la orden! qué corten los árboles ahora, ¡ahora he dicho!
- pero señor…hay niños jugando allí…
- ¡he dicho ya! fuera.
Cortáronse los árboles de la plaza, todos y cada uno de ellos, quitaron la sombra de las cabezas vecinales, el soporte de los columpios, las ramas que sostenían los nidos de muchos pájaros, el oxígeno del pueblo…
- Señor, acaban de llamar los servicios sanitarios su…su mujer tiene un ataque de ansiedad y está siendo atendida en una ambulancia convencional parece que…su hijo menor estaba jugando bajo el gran sauce de la esquina de la plaza y…al cortarlo…no le vieron…le cayó encima, señor…yo lo…lo siento. No han podido hacer nada por él.
- ¿Cómo? No puede ser ¿qué he hecho, dios mío?
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