EPAMINONDAS
Esta es la historia de un joven con un nombre poco común para el lugar en el que había nacido, casi nadie lo tenia y parecía el sin tocayos, ya que su lugar de origen era Palenque y su nombre era Epaminondas o Epa como lo llamarían sus amigos si los tuviera, pero como el no tenía amigos suficientes ni para formar un chico de ping-pong, nadie lo llamaba así, pero para cuestiones del cuento nosotros sí le diremos de esa forma. Aunque Epa, no solo era extraño por su nombre sino por su afición también, ya que mientras en palenque todos querían ser boxeadores él anhelaba ser futbolista, pero no cualquiera sino el mejor del mundo.
Su sueño no sería raro si Epa no tuviera un pequeño pero casi imperceptible problema, una fractura triple de columna con luxación de cadera que no le permitía moverse de su silla de ruedas, pero como todo colombiano él tenía una ilusión que algún día aspiraba cumplir a pesar de su situación y su padre, un boxeador frustrado que no hacia otra cosa que dar clases de box a toda la familia cuando llegaba borracho a la casa (situación que a diario se veía), comenzaba dando las clases de “Jap” de derecha e izquierda con la mamá, luego seguía con los golpes directos al pecho con su hermano mayor y así seguían las clases hasta que a Epa le terminaba por enseñar el famoso “bolopounch”, Epa por su parte había logrado desarrollar una habilidad asombrosa para huir con su silla de ruedas en solo dos llantas por el pasillo lateral del rancho de bareque y tejado de zinc, mientras su padre corría detrás de él gritando – e´fupbol ni que otcho cuadto, enga y apenda bodséo e´ ji ej un depodte pa´macho-, de vez en cuando batía sus puños cubiertos por un gran par de guantes rojos de boxeo gastados por el uso, con los cuales practicaba todos los días.
Epa después de escabullirse se iba por las calles destapadas de Palenque, sorteando las piedras y los huecos buscando algo que hacer, un día mientras se daba uno de estos paseos post escapadas vio entre el pasto el barro y las piedras una bola color naranja que le llamo la atención, pero antes de acercarse pensó – e tal qe´ ejto jea una mina quiebrapata y je me edplote, i ji queo yo edla ejpantoja- así que se acerco poco a poco, teniendo mucho cuidado de no hacerla explotar, hasta que se percato que no era una bomba sino una pelotita naranja con tapa blanca de esas que alguna vez contuvo helado, su felicidad no pudo ser mayor porque al fin tendría un balón con el cual practicar.
Fue de esta forma en que Epa se puso manos a la obra, se dio a la tarea de entrenar con la pelota, convirtiéndose en una terapia excelente porque a la semana Epa ya podía hacer la veintiuna con las dos... ruedas claro esta, además ya pateaba con las dos llantas de una manera tal que no había arquero en palenque que le atajara los tremendos taponazos que enviaba, aunque para ser sinceros no había arqueros en palenque porque el era el único que jugaba fútbol en todo el pueblo.
Pero con el tiempo la terapia fue cada vez más efectiva pues a los dos meses de tener la pelotita Epa pudo mover un dedo del pie izquierdo al tratar de sacar la pelotita de debajo de la cómoda de su mamá, convirtiéndose en un aliciente para Epa el seguir entrenado en las tardes solitarias cuando nadie lo veía, por esto al cabo de unos meses ya Epa estaba moviendo los dos pies y hacia diario unas cinco mil pinolitas, un día cuando nadie lo esperaba Epa se levanto de su silla y camino detrás del balón ante la mirada atónita de sus familiares.
continuara...... |