Con anticipación escojo lo que voy a vestir esta noche: Camisa azul oscuro, con los jeans mas nuevos, zapatos marrones oscuro y correa marr…a ver…la correa marrón oscura está muy gastada…entonces mejor no…cambio a zapatos negros y correa negra. Me baño y me afeito como si fuese la primera o última vez en mucho tiempo, ropa interior de marca, nunca se sabe, un poquitín de talco, tampoco se sabe, desodorante discreto para que no se confunda con mi perfume indiscreto. Cepillo y enjuago mi boca casi hasta sangrar, peino mi cabeza distribuyendo con cuidado cada mechón de cabello y reviso a dos espejos. Casi estoy listo, unas pocas arrugas mas por planchar, la camisa metida solo lo suficiente para que se estire cuando saque el pecho, mi reloj de lujo, medias bien estiradas sobre la pantorrilla. Espejo: Pose izquierda, pose derecha, frente, media espalda izquierda, media espalda derecha, media sonrisa, sonrisa completa, mirada seductora, mirada destructiva…¡Listo!.
Salgo con paso apurado de mi casa, estoy ansioso por que todo empiece ya. Manejo en una pose de estatua ecuestre para no dañar mi logro, pero siento como a cada maniobra de curva la camisa se va saliendo del pantalón, y en cada frenada, mis medias recorren el camino de regreso a mis talones. ¡Rayos!. Chequeo los lugares de costumbre, solo para hacer la noche mas intrigante, pues se bien a donde debo dirigirme: Eeesteee…no, este empieza a llenarse después de la 1:00…eeesteee…no, el día bueno es los Jueves…eeesteee…no, ni a la inauguración fue gente, debe ser que al dueño no lo conoce nadie…eeesteee…tampoco, la música es como la que yo escucharía y eso a la gente parece no gustarle…eeesteee…menos, ahí dejan entrar a cualquiera…eeesteee…está demasiado escondido, no se le ve vida…eeesteee… puede ser: ¡¡Está full!...y por una casualidad que no busco comprender, es a donde sabía que tenía que ir desde un principio.
Ni sueño con estacionarme cerca, y no voy a cometer la novatada de ocupar alguno de los dos lugares que están libres junto a la puerta, pues todo el mundo sabe que ese es el puesto de la rubia del mercedes convertible que le tira besitos al portero y se acuesta con el dueño del local a espaldas del galancito de la moto que se estaciona al lado. Con resignación doy vueltas hasta que consigo un lugar, no es el mas iluminado ni el mas cercano, tampoco es el mas protegido ni el mejor rodeado, mas bien estoy un poco atravesado si fuese un día normal, solo me queda confiar en que los borrachines al volante sabrán esquivar mi muy prominente guardafango. ¡Bueh! para eso pago un costoso seguro.
Me bajo y camino hacia la puerta, no sin antes hacer una rápida inspección de mi imagen reflejada en el parabrisas. Llego tan cerca de la puerta como la muchedumbre allí apostada me lo permite, pido permiso para no detener mi paso vencedor, una rápida mirada a los ojos del portero acompañado de una ligera reverencia me abren las puertas. El truco está en contener la respiración y no dudar ni por un instante de que estas entrando a tu propia casa. El que vacila pierde, y esta noche ya hay muchos perdedores afuera.
Tras pasar un oscuro pasillo, quedo cegado por luces estroboscópicas, ensordecido por ritmos electrónicos y enmudecido por cuerpos sudorosos apenas vestidos. ¿Infierno o paraíso?. La verdad es que nunca me ha parecido ninguno de los dos, debe ser culpa de esta visión demasiado terrenal que le aplico a las cosas. Me recuerdo que no vine a filosofar, así que trato de seguir los ritmos que me invaden y comienzo a moverme por túneles humanos que voy cavando con ligeros tropiezos y actitud de sobra. Me abro paso hasta la barra, donde una despistada bartender autoentrenada para aparentar estar demasiado ocupada como para ser cortés, parece olvidar que el negocio detrás de toda esta parafernalia está en vender tanto licor como la noche, los bolsillos y los hígados así lo permitan. A gritos y dinero en mano, finalmente logro algo de deferencia de esa aparente prostituta nada servicial que sirve mi vaso con mucho optimismo para llenarlo de hielo e igual pesimismo para dejarlo medio vacío de whisky. Es de esperarse, con un solo trago recuperan lo invertido en la botella, el resto es ganancia tras restarle además la comisión por los trasnochos, el sonido, las luces, personal de mala actitud y las reparaciones a los baños vandalizados cada noche.
Tomo un sorbo y trato de mirar el panorama. No soy especialmente alto, pero si lo suficiente para mirar por sobre las cabezas de la mayoría. La oscuridad es casi total, ni siquiera logro distinguir la combinación de mis zapatos con mi correa, el humo de los cigarrillos entorpece aún mas la visión y con su olor arrastra el mas potente de los perfumes. No estoy buscando a alguien en particular, mas bien a alguien particular que sin saberlo me esté buscando a mi. Es una misión difícil, aunque no imposible pues nunca deja de asombrarme como es que a las personas mas importantes de mi vida las he conocido o reencontrado en estas circunstancias. Solo me rodean caras alegres, pero no consigo divertirme por osmosis y ya mi trago se está acabando. Doy una vuelta rutinaria antes de terminarlo, y en cada rincón veo los mismos rostros, las mismas danzas, las mismas actitudes, idénticas poses, déjà vu con recuerdos que se acompañan de una banda sonora de cadencias sintéticas repetidas y un juego de luces diseñado para ocultar el vacío de almas. Tras saludar con frases prefabricadas a un par de viejos conocidos, hoy día completamente desconocidos, me tropiezo con la única imagen que desencaja de todo este lugar: Es demasiado bella para estar sola, sin embargo lo está; cabello negro sin rastros de tinte, cuidado mas no especialmente peinado; radiante, sin parecer muy maquillada; muy bien vestida, sin nada de última moda; se distrae consigo misma, sin parecer aburrirse. Nunca se como acercarme, la miro, me devuelve una mirada fugaz pero directa a los ojos, buen síntoma, me paro a analizar lo que con tanto detenimiento ella mira, al parecer detalla las columnas orgánicas que nacen desde la barra, me sigo acercando y me asaltan millones de frases aprendidas que no quiero tener que decir, con su ceño fruncido trata de frenarme pero ya es demasiado tarde. La acompaño por unos segundos en su contemplación arquitectónica, mientras su ceño arrugado y boca entreabierta siguen esperando una primera frase. Rápidamente doy con el motivo de tantas cavilaciones e imitando su mueca le hablo de cerca: ·"¿No odias las malas copias de Gaudí?". Unos segundos de silencio de pronto se transforman en media sonrisa, y señalando una lámpara apagada del techo, agrega: "Casi tanto como las de Stark". Esta vez mi media sonrisa completa la suya, solo para agregar: "Dejémoslo en copias, buenas o malas". Un guiño pícaro es el preámbulo de nuestras presentaciones, compartimos algunas otras impresiones y tras un pequeño brindis me doy cuenta de que mi trago ya se acabó, mientras el suyo ya recorre sus últimos milímetros. "¿Qué tomas?", pregunto. "Lo que mismo que tú me va bien", responde. "¡Mujer de mundo!", reímos brevemente a manera de despedida antes de ir a cumplir mi misión en la barra. Permiso, cuidado, permiso, disculpas, permisito…¡ya llegué!...pero la pseudo-prostituta pseudo-ocupada sigue ahí pseudo-atendiendo a los psico-clientes. Saco el billete de mayor denominación de mi cartera, lo ondeo en el aire y así logro otra vez la atención de esta prostituta ahora confirmada. Me sirve el par de tragos con la misma estrategia de antes y le dejo el cambio como propina de un servicio que no me ha dado, pero que espero recibir de ahora en adelante. En el tortuoso camino de regreso con mis dos trofeos, la muchedumbre parece alterarse por el cambio de ritmos. Una melodía merengo-salsa-reguetonera-hiphopeada es recibida con júbilo al son de un baile que recrea la lírica poética de una mujer que solo recibe visitas por la puerta de atrás. Mi umbral de lo sórdido es bastante alto, pero nunca deja de sorprenderme lo elástico del recato de quienes hace unos minutos apenas se tocaban las manos en público.
Apuro mi paso entre los contorsionistas, pues creo que no me quedaré mucho tiempo mas. Disfruto de los ritmos latinos en su edición mas pura, pero no tolero sus versiones pastichéricas. Al llegar al punto de partida con la intención de decirle a mi flamante cómplice que nos vayamos a otro sitio, ya no le veo. Es extraño, estoy seguro de que era aquí. Me apoyo en la punta de mis pies y la distingo en el centro de la pista contoneándose contra un galán de oficio, un típico animal de la noche que literalmente le pisa los talones y limpia su sudor sobre la espalda descubierta. Por primera vez noto su sonrisa en su máxima expresión y se me hace tan parda como la del resto de los gatos de esta noche. "Iguales, son todas iguales, en especial las mas diferentes". Se que esa sentencia no es del todo cierta, pero es mi manera de vengarme de las que opinan lo mismo de mi género, aplicándome así unas cualidades universales que reniego poseer. Aún tengo dos vasos entre manos, ¡qué ridículo! así que me deshago de uno de ellos con un trago furioso que me quema las entrañas.
Sigo merodeando y viendo con disimulo la gracia con que se mueve aquello que de escribirlo haría una rima. Comienza a darme risa, y a medida que acabo el resto de mi vaso, y de otro, y de otro, y de otro cada vez conseguidos con menos esfuerzo, esta se hace mas eufórica. Creo bailar, creo hablar con alguien, creo besar un cuello, creo ser besado, creo anotar un teléfono; pero dudo cuando de pronto las caras que antes me parecían inocuas, ahora las veo deformes y amenazantes; el aire una vez liviano, ahora me intoxica con su carga; y la música retumba en mis huesos sacudiendo todos mis órganos.
Al primer asomo de bostezo, doy por concluida la noche. Salgo por el mismo pasillo oscuro, esta vez vacilante para encandilarme con la tenue luz del amanecer. Camino con paso derrotado hasta mi carro, el guardafangos sigue ahí, intacto, menos mal. Se que no hay silencio, pero no puedo escuchar mas que un silbido continuo. El reflejo del parabrisas muestra mi despelucada cabeza y ojos inyectados, la camisa arrugada por fuera, algo manchada de carmín barato y el lustre de mis zapatos mancillado por huellas ajenas. No me detengo a arreglarlo, solo quiero llegar a dormir. Camino a casa, me vienen imágenes absurdas de una noche que pronto olvidaré por un fenómeno de solapamiento al volver a vivir lo mismo una y otra vez. Llego un poco mas despejado y lúcido por la brisa fría de la mañana que golpea mi cara, no estoy seguro de haber sido feliz anoche, solo tengo la certeza de ser unos billetes mas pobre. Me invade el mismo sentimiento cuando salgo de ver alguna película del festival de cine francés, pero de igual manera recuerdo que son estas mis películas favoritas, solo que no hay título ni crítica previa que valga, hay que verlas todas, aguantar mucha cotidianidad y drama incomprensible para finalmente toparse con una verdadera joya. Me acuesto medio vestido o medio desnudo, no me importa. Solo se que mas tarde deberé escoger con anticipación lo que voy a vestir esta noche.
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