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—Vamos. Camina.—
Los policías llevaban a una persona hacia su celda. Caminaron un oscuro corredor y llegaron al fondo de la gran prisión. Solo había una solitaria celda, sus barrotes eran gruesos y las cerraduras eran exageradas. Uno de los policías abrió la reja y el otro metió al nuevo “habitante”. Cuando entro pensó que se encontraba solo; pero, revisando, encontró a un hombre que dormía en la parte superior de la litera. Se dio la vuelta y se sentó sobre una silla.
—¿Quién eres tu?—
Preguntó el que antes dormía
—Yo... Yo soy Búlmaro. ¿Quién eres tu?
—Me llamo Saúl. ¿Por qué te encuentras aquí?
—Bueno, todo comenzó cuando golpeé a mi esposa, la deje en mal estado y mi hija, Melissa llamó a la policía. Cuéntame, ¿por qué estas aquí?
—Esta será una historia muy larga si quieres si quieres que te explique el porque.
—Como ves, tengo todo el tiempo del mundo. Cuéntame.
—Esta bien. Todo comenzó hace un año, tenia una vida normal como cualquier habitante de este país. Un día fui a la lavandería, como acostumbraba todo los fines de semana. Al entrar note que había una persona diferente detrás del mostrador, yo no era el Sr. Wong, ahora era una anciana, una vieja ancianita. Buenos días, le dije y ella solo contesto con una mal educada mueca. Deje mi ropa y me fui. Al otro día, la anciana no había dejado mi ropa limpia, al contrario, se encontraba en el suelo. Como no me iba del lugar y le reclamaba a cada instante, decidio llamar a la policía. Estuve preso por unas horas y regrese a mi casa. En ese momento decidí vengarme de ella. Una noche tome una barra y entre a la lavandería. Ella se encontraba dormida dentro. Tome un poco de pintura y la rocié en el interior de las lavadoras. Cuando termine, el bote de pintura se resbalo de mis manos y cayo al suelo. La anciana se despertó y tomo un palo que tenia cerca del lugar donde dormía y rápidamente trato de golpearme. Para defenderme tome la barra y golpeé el palo, este se rompió y golpeo a la anciana en la cabeza. El gran golpe la tiro al suelo. Me asuste por un momento, pero logre mi cometido. Salí huyendo y nadie supo quien la aniquilo. Desde ese día deteste a las ancianas. Entonces, comencé a matar a todas la ancianas que vivían cerca de mi casa. Después...
—Saúl, Búlmaro. Al patio. Hora de descanso.—
Los dos compañeros de celda salieron al patio y Saúl presento a las demás a Búlmaro después jugaron un partido de fútbol. Comieron y regresaron a su celda siguiendo así la larga historia de Saúl.
—Como decía, después fui a lugares mas lejanos y mas poblados, como asilos y fiestas. Hasta que un día, me atraparon. Y aquí estoy. Espero que cuando salgas no cometas el mismo error.
—Saúl, es hora—
Dijo un guardia que había llagado repentinamente.
—Gracias por la compañía, gracias Búlmaro.
—¿Qué pasa Saúl?
—Búlmaro, hoy es mi ejecución.
—Vamos Saúl, ya es hora.—
Bulmaro se despidió de Saúl y el guardia lo dejo solo en su celda, mientras veía como Saúl caminaba hacia su destino, la sala de enfermería.

(Esta historia es del tiempo antes de la abolición de la pena de muerte)

Texto agregado el 15-05-2006, y leído por 91 visitantes. (0 votos)


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