La oscuridad inclaudicable amenaza con torcer nuestra débil humanidad. Avanzamos por el corredor cenagozo, antorchas al principio y al final, un puñado de inconscientes de gran valor, intentando descubrir el escondrijo del que provocara tantas muertes en el poblado, tan extrañas como horribles.
Continuamos con paso firme a pesar del temor que cala en lo profundo de nuestras mentes.
Ruidos diversos suenan aquí y allá, se trasladan sus ecos como regurjitaciones de lo desconocido.
Nuestras manos se crispan sobre las armas.
Nuestros ojos, desorbitados, tratando de absorber la oscuridad, devorarla para ver que es lo que nos depara su más allá.
La respiración es una grieta estrecha, los pulmones queman por el olor a azufre.
La marcha se hace difícil con el agua hasta la cintura ahora.
Nada para decir, nuestras gargantas están secas, pero alertas para el grito, el de los otros... o el propio...
Quisiera sacarme este peso de encima de una vez por todas y volver a mi hogar, con mi mujer, mis hijos, el fuego del hogar, como extraño... otro ruido, me trae a la realidad, será él?.
No sabemos su forma, solo que ataca en ciertas noches, sobre todo cuando la luna no puede ofrecer su figura al espejo del agua.
No me gusta nada este lugar, nos altera a todos, por otra parte soy uno de los últimos y eso me inquieta sobremanera.
Seguimos la marcha sin novedades sobre su presencia. Cada vez más fuerte el dolor en las piernas.
Este cansancio, mezclado al temor, me lleva a jadear con más fuerza, pareciera que fuera a arrancar las paredes de mi garganta.
De pronto estalla la confusión. Gritos, alaridos horribles resuenan en el túnel, imposible escapar, no hay lugar alguno, pierdo la noción de la realidad, veo rostros desfigurados, cuellos desgarrados, los brazos blandiendo armas, voces, una que estalla exclamando haberle clavado un puñal en el hombro derecho, no puedo verlo Dios, no puedo verlo, y cada vez son menos...
El agua que rebota contra las paredes se funde con el rojo sangre de los cuerpos que fenecen, todo es tan pero tan rápido que no alcanzo a tomar conciencia de lo que ocurre.
Me hundo en el agua, no puedo mas... es el fin...
Estoy... como despertando de una pesadilla, no se cuanto tiempo pasó, ni cómo estoy vivo, si es que lo estoy.
Flotan en el agua camalotes de carne desgarrada, los reconozco, reconozco quienes fueron a pesar de sus muecas desencajadas, intento establecer conjeturas inutilmente, hasta que lo veo en el reflejo del cristal acuoso, un puñal clavado en mi hombro derecho...

11:53hs. del 13/05/2006. -