Para ser coherente
los versos de amor
fuertes y sensuales
qué tocan la piel
y por tanto, ardientes,
le digo a la musa:
por favor ¡detente!

Pero ella no escucha
¡bueno fuera! sólo inspira
y hete aquí, misterio,
ese oficio de niño
reverdece en una brisa,
tengo los laureles rojos
la palabra sencilla.



“Fiel a la pasión perdida,
la estampa se entrecruza
en el medio, ella rutilante
sus ojos manos finas
pálidas y yo mi lucha:
atraparla en dulce vuelo
y llevarla al nido- cuna.

Unidos y sonrientes
recreados del aire puro
tejemos los proyectos
las ilusiones de siempre,
firme y sin ningún apuro
de mi boca tantos besos,
indescifrable murmullo.

La noche no tiene luna,
cómplice amiga, serena
nos lleva sin testigos
por las hordas del fuego
en el idilio no hay espera
veloz ganando al tiempo,
sólo mira nuestra estrella.”



Y la musa lanza la carcajada
me señala con su viejo dedo.
Yo me guardo en las memorias
y por respuesta frunzo el seño.