Gente caminando por todas partes, ríos humanos que avanzan, se cruzan, se estorban; gente apresurada, gente cargada de equipaje, envoltorios con alegres diseños, moños rojos, verdes... colores predominantes. Mediante el sistema de sonido ambiental se escuchan voces frescas, voces entonadas, alegres cantan: "we whis you a Merry Christmas...whe whis you a Merry Christmas..." Todos tienen prisa; anuncian la salida de un vuelo y la llegada de otro... lo mismo, pero en idioma inglés, luego en francés, dice: "Los pasajeeeros serán recibiiidos en la puerta sieeete." Y muchos se apresuran hacia la puerta siete... Es la locura.
Luces diminutas brillan por allá, por aquí, luego se apagan, renacen multicolores; se pierden otra vez, luces incansables que iluminan de alegría. Enorme pino en el centro del vestíbulo, retacado por vitroesferas de relucientes colores, sinfín de lucecillas se dejan ver, luego se ocultan... Parejas que se abrazan emocionadas, el reencuentro de familias, felicidad que desborda... Es Noche Buena y a casa anhelan llegar. Todos irradian felicidad, todos menos uno; él, camina abriendose paso entre la muchedumbre... va contra la corriente; rostro inexpresivo, uniforme azul marino e insignias de capitán piloto aviador. Por este día fue todo, luego de un par de vuelos cortos, a la cama a descansar; a la cama sin celebrar, aún en noche como esta.
Alguien lo alcanza, alguien de uniforme similar.
--¿No te quedas al brindis?
--¿Y por qué habría de brindar?
--Motivos habrá... sobre todo hoy que es Noche Buena.
--¡Bah! un día como todos.. si acaso un pretexto para sacar más dinero a la gente; mira, calcula cuánto habrán gastado aquí en adornos, y allá... y todos enloquecidos, cargados de regalos inútiles, ¿para qué?
--Es la alegría de la Navidad...
--¿Y qué es la Navidad... un niño recostado sobre paja? hay muchos así, todos los días y en todas partes, y no veo por qué alegrarse.
--Es Dios que se hace hombre...
--Mira... no me hables de patrañas...
--Bueno, como quieras, pero si cambias de opinión, si al menos te despierta el apetito un pavo relleno, castañas asadas, turrones y pastel de frutas, te espero en casa.
--Otro día, tal vez otro día...
Mientras conduce su vehículo bajo hilos de luces multicolores, luces que cruzan de una acera a otra, en medio de un tránsito más pesado que de costumbre, trata de sintonizar una estación de radio... encuentra a Bing Crosby que canta "Noche de paz", busca en otra parte del cuadrante, topa con los coros de Ray Conniff cantando "El niño del tambor"... nueva búsqueda, los coros de Radio City Music Hall interpretan "Adeste Fideles"... Termina por apagar el radio con un gesto de fastidio y una maldición al aire. Acciona la bocina sin cesar; el sujeto del viejo Ford de adelante no se mueve...; parece que ya avanza, --¡Vamos, sigan ya! --acelera, pero cuando se atoran una vez más: !crashhh! golpea por detrás. Se baja del auto dispuesto a discutir, a sacudir al responsable del percance... pero encuentra a un hombre que sonríe en vez de reclamar, un hombre enfundado en el clásico traje rojo de Santa Claus...
--No se apure capitán, los daños han sido mínimos, y la culpa mía... yo pagaré lo necesario...
Y piensa --Lo que me faltaba... un choque con Santa Claus.
--¡Oooh! el traje --dice aquel hombre cuando nota la extrañeza --es que llevo regalos a los niños de los hospitales públicos y de los albergues, cada año hago lo mismo antes de cenar con mis nietos... yo pagaré los daños de su vehículo.
--Mire amigo, mejor lo dejamos así, yo me haré cargo, como dice, los daños no han sido muchos.
--No no, de ninguna manera, no lo permitiré... si yo he sido el culpable porque me frené de pronto; yo pagaré, es mi deber ciudadano.
Al notar que aquel hombre cojea ligeramente de su pierna izquierda, pregunta:
--¿Se ha lastimado? noto que cojea...
--Nada de eso, no se apure, es esta pierna de madera que me ha quedado algo pequeña.
--¿Y por qué no la cambia?
--Eso cuesta mucho dinero... y yo no lo tengo...
--Pero, no entiendo, anda por ahí llevando regalos a desconocidos, cuando no tiene dinero para atenderse...
--Bueno, es que los regalos no los compro yo ¡qué bah!; yo sólo apelo a la buena voluntad de los hombres, y con la ayuda del Niño Jesús que ilumina sus corazones con el espíritu de la Navidad... me los dan para que yo sea el portador, Como soy desempleado, vivo de una pequeña pensión de invalidez, ese trabajo lo hago durante todo el año, así tengo lo suficiente para los pequeños menos afortunados que yo.
--Pues... lo felicito por su buen corazón. Razón de más para no aceptar el pago por los daños a mi auto, yo me haré cargo... Que tenga un buen día.
--Si insiste, capitán, Dios se lo ha de agradecer... Que tenga una feliz Navidad.
Vuelve a su auto; espera que avance el vehículo del Santa Claus para seguir su camino. Transcurren algunos segundos y ambos siguen detenidos. Las bocinas de otros autos suenan de manera insistente. El Santa baja de su viejo vehículo, se disculpa con una sonrisa para los de atrás; destapa el compartimiento del motor. El capitán observa, Santa se lleva las manos a la cabeza y da muestras de desencanto. --Creo que se le agotó su feliz Navidad --piensa con sarcasmo.
Decide acudir a ver lo qué ocurre.
--Parece que mi carcacha no puede seguir, es la varilla de la palanca de velocidades...
--Se ha roto, debió ser con el golpe que le di.
--No, no capitán, no se sienta mal, ya estaba dañada, en realidad esperaba que me pasara en cualquier momento...
--Bueno ¿y ahora?
--Pues... abusando de su bondad, si me ayudara a empujar la carcacha hacia un lado para no estorbar más, ya veré después qué hago.
Una vez hecho a un lado el viejo y pesado vehículo, la circulación se normaliza en la calle.
--Bien... lamento lo ocurrido, ojalá que todo salga bien...
--No se preocupe capitán, ha sido usted muy amable, ya verá que busco la manera de seguir, porque mis niños no se pueden quedar sin sus regalos este día, no, ¡eso no!
Mientras se retira hacia su auto experimenta un cosquilleo en el estómago, y sin saber por qué, decide regresar...
--Vamos, lo llevaré...
--¡Oh no! capitán, no lo permitiré... en casa lo esperarán para cenar y...
--Descuide, nadie me espera en casa, de hecho, hasta puede ser interesante y me distrae un poco.
--Siendo así, acepto su generosidad, los niños, y sobre todo Dios, se lo agradecerán; y es que en una noche como la de hoy, la fortuna sonríe a todos los hombres de buena voluntad...
Conversan en el trayecto.
--Si no es indiscreción ¿cómo fue lo de la pierna?
--Un accidente... yo era ferrocarrilero, en ese trabajo hay que estar muy atentos, fue una máquina de patio. Y... ¿como es que nadie lo espera en casa en Noche Buena? su esposa, sus hijos, su familia...
--Familia no hay, dejé la casa de mis padres cuando era adolescente. Ahora ellos están muy lejos de aquí, cada año me piden que vaya a visitarlos en estos días, pero el trabajo me lo impide.
--Pero, habrá mujer, supongo...
--La hubo hasta hace algunos años, luego se fue a encontrarse a sí misma, pero parece que sigue sin encontrarse; no regresó. Una vez coincidimos por casualidad, le pedí que volviera... cuando las cosas no se dan... no se dan, y ya.
--Usted la sigue amando ¿no?
Por un instante pensó en cortar esa conversación, pensó en decir: ¡basta! no quiero hablar más sobre eso, ¿por qué hablar sobre mi vida privada con un desconocido vestido de Santa Claus? pero dejó que su espíritu respondiera.
--Mucho, la extraño como si ayer se hubiera ido...
--Debe tener fe, Dios nos escucha a todos, aunque hay ocasiones en que nos sentimos solos, nunca lo estamos...
--Dios... pero ¿realmente existe? porque yo no lo he podido encontrar ¿cómo comunicarse con él?
--Una vez leí a un tal Joubert, decía: "Con Dios no se debe ni ser sabio ni ser filósofo, sino niño, escolar, esclavo, a los sumo poeta."
Han llegado a un hospital público para infantes; carga el voluminoso costal de regalos detrás de Santa Claus; ha visto la felicidad de los pequeños ante el gordo y barbudo personaje. Ha mirado la sonrisa de un niño con cáncer en fase terminal, esa carita llena de emoción llegó hasta lo más profundo de su ser; se pregunta: ¿cómo se puede experimentar felicidad en esas condiciones? Ha notado el gusto conque el Santa Claus desempeña su trabajo, un trabajo que se impuso a sí mismo, un trabajo que nada le reditúa. Ha sonreído cuando las criaturas, con toda su inocencia le preguntan: ¿Eres el piloto de Santa Claus?; ¿Por qué Santa Claus cambió su trineo por un avión?; ¿Y Rodolfo, esta vez no trajo a Rodolfo?; ha recordado una cita de Shakespeare: "¡Oh, qué amargo es contemplar la felicidad a través de los ojos ajenos!"
En un albergue ha estado en contacto con la miseria de muchos niños; los ha visto recibir una pelota, una muñeca o un cochecito, como si recibieran un tesoro; los ha visto abrazar y besar a Santa Claus con profundo agradecimiento... compartir sus caramelos. Ha entregado un juguete a una niña y ha podido percibir la agradable sensación que produce el dar... Se ha cargado de imágenes, de imágenes de niños en cama, imágenes de niños en silla de ruedas, de niños miserables, de niños emocionados a pesar de sus desventuras... Ha derramado una lágrima.
Pronto sonará la medianoche, regresó a su apartamento cargado de emociones encontradas, la luz apagada... sirve una copa y se deja caer en un sofá, cierra los ojos y pasan por su mente las caritas de tantos niños que conoció esta noche... sus ojos están húmedos, tararea:
--Noooche de paaaz... noooche dea mooor... taaararaaa... taaararaaa...
Riiing... riiing...
Interrumpe el timbre de la puerta, acude a abrir... Se sorprende, un nudo en la garganta le impide hablar...
--¡Tania!
--¿Puedo entrar?
--Este es tu hogar... esta puerta siempre ha estado abierta para ti.
Se unen en un largo abrazo
--¿Sabes, Tania, cuando tenía nueve años me dijeron que Santa Claus no existe, que todo es un cuento, eso me dolió mucho... lloré y reclamé a mis padres por haberme engañado; la Navidad nunca volvió a ser lo mismo para mí. Hoy, Tania, he visto a Santa Claus, he comprobado que existe, y a todos nos deja obsequios por amor al Niño Dios.
Cancún, México.
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