Sólo perdido entre los pliegues de tus labios puedo decir que despierto del noctámbulo marasmo en el que me dejan tus olmos ojos. Sin el suave y taciturno calor de tu aliento refrescando en cada poro de mi rostro, no parece haber nada más que levante de su acostumbrada somnolencia los párpados tan cómodamente dispuestos cerrando detrás de tu pliego de piel a mis ojos.
Cómo decirte que sólo cuando me encuentro con el terso tacto de tus manos, o el aterciopelado de tu rostro puedo decir que en verdad soy feliz, si no es con esas palabras. Mucho me cuesta dejar a un lado el pesado recuerdo de tu sabor, de tu aroma y del alguna vez doloroso sentimiento de tu fuerza en mis manos. Sólo cunado mis brazos se encuentran rodeando tu cuerpo puedo decir que éstos resultan útiles y que éstos parecen estar despiertos. Sumiéndote en caricias mis manos resultan tan dichosas como yo al estar contigo y soñando contigo, pensando en ti y esperando con ansias, recelo e incluso pesar el momento próximo de escuchar tu voz, de saborearte y de tomar tu mano.
Oscura neblina ocupa mis pensamientos cada minuto, sea contigo la neblina de la incertidumbre de mi partida, a la cual te he de dejar y he de dejar mis labios con el tierno recuerdo de los tuyos. Sea sin ti, ya que mi mala costumbre a pensar en ti y sólo en ti distrae cualquier otro pensamiento que entre en mi mente.

Densa y profunda niebla, fría y condensa brisa que golpea en cada muro de mi mente, en cada esquina de mi piel, pues sin el abrigo llano de lo que han abandonado tus caricias, nada queda que me de refugio.