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No sé cómo, cómo podía ser eso, si hacía un momento estaba tirado en la cama. ¿Un sueño? quizás, no sé, me es difícil de explicar, pero con un pequeño esfuerzo podré.

Todo había cambiando al cerrar los ojos. Mi cama un suelo cristalino, el ruido incesante del teclado las olas viajando hacia una muerte dulce, mis pensamientos una graciosa ardilla, y mis emociones la Luna y el Sol. Al observar aquella vista de ensueños, mis preocupaciones desaparecieron, y de mi cabeza apareció aquel animal preguntándome si quería ver la pasión y el dolor de un bello amor eterno y efímero, a lo que le respondí; Sí, aunque la duda invadía un inmenso vació. Después de la respuesta aquella ardilla, me pidió que cerrara los ojos, al cerrarlos sentí una leve sacudida, como si de mi salieran todas mis emociones.

Al abrir los ojos; El suelo cristalino se convirtió en un océano transparente, no sólo cambio el suelo, sino, que medio horizonte estaba alumbrado por la Luna. La Luna provocaba la pasión alzando hasta el infinito el océano, su hermosura no tenía ninguna cura, la luz portadora de miles de males de amores, y sus movimientos hacían perder la cordura de cualquier hombre. En el otro extremo del horizonte estaba el Sol; sonrojado, celoso de las estrellas y de los ángeles que habían podido poner el pie en su amada.

Poco a poco fueron acercándose, cada vez que la Luna se movía el océano respondía con gran violencia, que pasaba, que sucedía, me había quedado inmóvil viendo aquel hermoso espectáculo de sentimientos y emociones, estaban apunto de colisionar, provocando una explosión de pasión y sumiendo todo aquel paisaje en la oscuridad más preciosa que podrías imaginar, el Sol ya no era esa bola roja tímida, ahora era una inmensa bola amarilla de serenidad y amor, mientras que la Luna se posicionaba para taparle la boca, el viento cantaba canciones de amor, y los peces formaban corazones, la pasión invadió todo aquel océano, el océano formaba olas que los abrazaban, y yo inmóvil tras aquella explosión de amor.

Después de fundirse en uno, el silencio me provoco inseguridad y miedo, después de aquel inquietante silencio una voz de hombre triste empezó a recitar unos versos preciosos, creo acordarme de todos ellos:

Tú luz cubre el cielo
sonroja mi pelo.
Desprendes rayos de amor
que me hacen sentir ese dolor.

El océano controlas
me apagan miles de olas.
¡Dolor! ¡Amor! ¡Tristeza!
Yo soy tu única pieza.

Pregúntale a la gaviota
que por ti me he vuelto idiota.
Acaba con mi dolor
no guardaré ningún rencor.

Al acabar los versos la Luna le respondió: Ya sabes que nuestro amor volvería loco a los animales, plantas y humanos, nuestro amor es efímero, viene y se va. Después de esto la Luna se fue alejando poco a poco del Sol y él triste dejo de iluminar, dejo de dar calor. Todo había acabado, sentía el dolor dentro de mi, sentía la mayor tristeza que jamás había sentido. Los pensamientos nublaron mi vista, y la Luna y el Sol desaparecieron dejando todo aquel océano solitario.

Al abrir los ojos todo había vuelto a la normalidad, eso creía, pero, en la cama ya no estaba sólo, había una mujer que desprendía una luz blanquecina que alumbraba todo el cuarto, y después todo lo que había visto empezó a suceder, al abrir los ojos aquella mujer me sonroje y empecé a recordar todo aquel delirio o sueño; No sé. Pero volví a sentirme en paz y enamorado.

Por Cristian Poveda Mora

Texto agregado el 13-05-2006, y leído por 142 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-05-2006 Hermoso! honeyrocio
 
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