El rostro es la ventana oval de los deseos. Por ella te espío, te contemplo y conozco aquella intimidad húmeda que eres. Ojos líquidos, sonrisa que conoce los placeres y en donde soy tuyo esta tarde que dibuja figuras en el océano. El barco es un navío perdido. El viento lo lleva por sitios que sólo el sabe: sin embargo, veo tu rostro y todo lo que trae consigo, la boca dice algo que apenas escucho, la nariz lo confirma con un leve movimiento: todo en ti es ese rostro que tengo adelante y en el que ahora hundo mi mirada, mis acechanzas y todo lo que soy en estés instante en donde navegamos a la deriva, en un mar que eleve sus olas en la medida en que te miro y me mira, en que puedo fundir lo que veo en ti lo que veo en el crepúsculo entrega unas sombras en donde pareces huir. Nadie logrará evitar que el rostro se oculte bajo la frazada de la tarde, bajo los brillos de una luna que esta en la lejanía, en las alturas, en esa levedad que te separa de mis manos y de mi abrazo insinuante, cálido, y espeso en el cual tu rostro mantiene sus poderes y en el cual apenas si se puede resistir la tentación de dejar ver tu cara, los huesos de tus pómulos, las cejas, la cavidad de tu boca y los dientes. Creas una mueca, un gesto que se pierde en el tiempo y que sin embargo se ancla a la memoria. Neneh crees tú y es la tarde que nos arrulla en esta nave que nos conduce a través de una espiral, de una agitación, de un temblor en donde tu desnudez es un rostro en el cual te veo y me veo, en el cual me hundo y tú sobrevives a la tarde embravecida.
2000 (HTR) Esta Narración un amigo me la transcribió, no recuerdo si me dijo que la había visto en una revista, eso si lo aclaró por si alguno de ustedes ya la había leído antes, yo tengo duda, pero mi no es. |