El calor del ocaso es como un niño...
Se hace tímido cuando oscurece.
Curioso se torna el viento,
impaciente por dar aviso,
a quien acompaña a la ruda faena,
y al que generosamente, con tierna caricia,
eleva las fuerzas del hombre...
injusto designio para su existencia... tener la vida en sus propias manos, cual fruto que de debe de comer sabiendo que es amargo.

Pero tiene descanso...
Sin vacilar, y con mucho esmero, rompe las horas haciendo de ellas eternidades... tejiendo sueños y energías, añorando fuerzas y gozos, para cuando tenga paz, sienta cosechar emblemas de felicidad.

La imagen se forma en el horizonte.... cual ave fenix, resucitando de sus cenizas, en lento caminar,...
y se escucha...con delicadeza,
casi callada,... es la voz del sendero... que exclama:
¡Animo Julio!, ¡Sigue caminando...!, en casa esta tu recompensa...

¿Es acaso Julio, un hombre afortunado? o simplemente... fue bendecido por la divinidad.
¿Tiene que soplar en sus campos para obtener humos de gloria, o tirar sus ropas al rio para que solas tomen vida y vistan su desnuda humildad?

El camino, condescendiente, le mostro el final,
y con el viento, en complicidad, le alzaron a sus aposentos,
Penetra pues el hombre,...
fatigado, sediento y con ganas de retozar...
libre cual ave en pleno vuelo.
Y en la mesa... Observa su taza...

Chocolate caliente... Una singular novedad,
parece un elixir de amores,...
dulce y fresco como el sabor de una manzana,
tan especial... que nada hizo suponer tanta felicidad.

Julio... se hallaba feliz,
y con una taza de chocolate en su mano,...
aquella mano,... aprendiz de fantasías,
o de realidades inconclusas...

Con impotencia, reclama su parte del botin,
algo tan pequeño e insignificante,...
otorgarle al gusto, la voluntad,... un brazo amigo,
incolume faceta que nunca deja de ser verdad.

Y Julio... bebe chocolate,
con la misma expresión con la que degusta su descanso,
es inevitable... y no deja de beber.